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Venía yo cavilando, de vuelta ayer a casa, sobre lo fácilmente que se construye una mitología popular y actual a partir de elementos tomados de la auténtica mitología grecolatina. Como que hace unos meses, en el transcurso de una visita guiada a una conocida ciudad ... española, el sabio guía municipal nos informó a los del grupo de que el conjunto escultórico que culminaba la cúpula de un alto y noble edificio era símbolo de la antigua compañía de seguros La Unión y El Fénix Español y representaba al Ave Fénix y a Ganimedes. Extrañome semejante parentesco entre ambos personajes, porque no tienen nada que ver entre sí, salvo por el hecho de ser el uno una especie de águila, el otro un muchacho.
Y sí, tal era el emblema de aquella compañía que, antes de ser adquirida por otras, dejó tras de sí una colección de parecidos conjuntos escultóricos en diversas ciudades de España, que seguro habrá visto mil veces en Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Albacete, Córdoba, La Coruña...
El Ave Fénix es un animal mitológico, importado a la cultura griega probablemente desde Egipto. Era un animal volador capaz de vivir 500 años, después de los cuales ardía y se consumía, para luego resurgir de sus cenizas y vivir otros 500 años y volver a consumirse y renacer eternamente.
Ganimedes, por su parte, era un príncipe troyano, un crío por lo visto muy guapetón, del que se enamoró perdidamente Zeus mientras aquel cuidaba ovejas. A fin de poder disfrutarlo a sus anchas, el dios se transformó en águila y en un vuelo concupiscente, lo atrapó, lo raptó y se lo llevó al Olimpo. Allí lo convirtió en su amante, con el beneplácito de los dioses por la belleza del chaval, salvo, lógicamente, el de su esposa Hera, que siempre lo odió. Al final, en agradecimiento a sus servicios, Zeus le concedió un puesto en el Olimpo con la función de ser copero suyo y de los dioses. Nada que ver, pues, con el Ave Fénix.
Mas, como le digo, la mitología popular ha emparentado a ambos personajes en España gracias a esa escultura y parece que la idea ha calado, aunque no tenga fundamento. Pero es reciente, de hace poco más de un siglo. Hasta entonces, cada personaje, a su vez, había tenido su propia vida. El Ave Fénix, como sabe, además de estar representado en múltiples bestiarios medievales y en esculturas y grafismos por toda Europa, vive en la conciencia popular como símbolo de la pervivencia y renacimiento de cualquier cosa. Además, le voy a recordar que es el símbolo de la abadía de Grimbergen, situada cerca de Bruselas, cuyos orígenes se remontan al siglo XII. En ella se empezó a fabricar la famosa cerveza del mismo nombre. Su historia puede leerla en el reverso de los posavasos de la marca que se usan en muchas cervecerías de su entorno; en el anverso verá al animal y el nombre de la cerveza.
Por su parte, el rapto de Ganimedes ha sido un motivo tratadísimo en el arte a lo largo de su historia: cerámica griega, mosaicos romanos, escultores y pintores de todas las épocas han reflejado del tema. De todos ellos, me gusta destacar el cuadro de Rembrandt, porque, a diferencia de los de Correggio o Rubens, por ejemplo, que muestran a un Ganimedes tranquilo, complaciente y contento, propone un rapto violento y con mucho desagrado de Ganimedes, que llora, protesta y se hace pis.
Ganimedes es también el nombre que los astrónomos han dado al satélite más importante de Júpiter (el Zeus romano) y el de la asociación de jóvenes investigadores de Filología Clásica, aún no doctores, que cada año organiza un congreso en alguna ciudad de España. Esta vez, ha celebrado el XI en la Universidad de Oviedo, con notable éxito de organización y participación.
Llama la atención, como subrayó el decano de mi Facultad en su discurso inaugural, que las autoridades digan que las humanidades son el futuro, como si hubiera que dejarlas para más adelante. Todos esos jóvenes, venidos de toda España y algunos países extranjeros, ya son el presente y son quienes nos llevarán al futuro; y a pesar de leyes empeñadas en acabar con el latín, el griego y todo lo que conllevan, no están dispuestos a ser coperos de nadie, sino dioses que, renaciendo de sus cenizas, como el Ave Fénix, tomarán el testigo de quienes hoy luchamos con denuedo para que no mueran esos saberes tan necesarios para comprender el mundo en que vivimos. ¿O usted sí lo comprende?
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