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Venía yo cavilando, de vuelta ayer a casa, sobre la indignación que nos produjo a todos la escandalosa manifestación de racismo de que fue víctima Vinicius, el jugador del Real Madrid, y sobre el unánime rechazo manifestado por doquier, no solo por el hecho en ... sí, sino también porque se juzgara al país entero como cómplice de tan vil comportamiento.
Ya se ha dicho bastante sobre ello y no dudo de que el país no es racista en general, pero quiero subrayar que existen muchas actitudes que, sin ser estrictamente racistas, son tan reprobables como el propio racismo, aunque a menor escala y sin altavoz mediático. Me refiero a conductas extendidas que casi todos hemos sufrido alguna vez. A veces son pura grosería; otras veces, directamente 'bullying' o, por decirlo en español, el acoso: solo con educación, valores cívicos y mucha sensibilidad pueden llegar a erradicarse.
Como que desde muy pequeño empecé a notar, y sigo notando, que al distinto por alguna imperfección se le señalaba precisamente por ella, como si fuera tan culpable de padecerla como los negros de serlo. Una de las más frustrantes era que te llamaran 'cuatroojos', 'gafitas', 'gafudo', 'clisos' y demás variantes, por el solo hecho de no ver bien. Y te lo decía lo mismo tu compañero de pupitre que algún maestrillo sin corazón.
¿Has sido gordo de pequeño y nunca te lo han llamado? ¿Lo eres de mayor y no te dice cualquiera que deberías comer menos, hacer deporte, caminar o lo que sea, como si no tuvieras ojos, espejo y báscula y no llevaras toda la vida a dieta para intentar bajar unos kilos? También puede que seas muy delgado y que, por mucho que comas, no consigas engordar un poco: siempre habrá quien te diga que no te vendrían mal unos kilillos con que mejorar tu aspecto.
Otra cruz típica de nuestra sociedad es la que sufren las personas que no tienen una dentadura 'profidén'. Hoy en día los padres intentamos arreglar las desviaciones que se detectan en los dientes de nuestros hijos, cuando aún son pequeños, a base de diferentes tratamientos. Casi no quedan bocas desajustadas entre nuestros jóvenes. Pero si eres un poco mayor y no tuviste la suerte de que tus padres pudieran llevarte al ortodoncista, a golpe de talonario, o te da terror acudir a un dentista o directamente no tienes bastante dinero o no quieres emplearlo en eso, no dejarás de haber sufrido impertinencias de quienes te preguntan por qué no te haces esto o lo otro para mejorar tu sonrisa, con lo 'fácil y barato' que es.
Una imperfección discriminatoria clásica es la altura, tanto por arriba como por abajo. Ser el más bajo de la pandilla, el enano de la clase, ser llamado siempre con el 'cariñoso' diminutivo de tu nombre no es lo más educado y hace que te estés preguntando siempre por tus genes. A los muy altos, por muchas incomodidades que sufran, se les suele perdonar el exceso. Ah, y no se te olvide la mala pareja que formáis tu esposa y tú, si es que ella te saca aunque solo sea unos centímetros y lleva tacones: todo el mundo se fijará en vosotros y os lo hará notar, por si no lo sabíais.
¿Nadie te ha dicho que se te está cayendo el pelo? ¿Nunca te han señalado ese grano que te ha salido en la cara o ese lunar que lleva ahí toda la vida? ¿Eres demasiado blanco y alguna vez te han recomendado tomar el sol? ¿Has tomado un poco el sol y tu blancura, pese al protector, te ha dejado rojo como un pimiento y nadie te ha recomendado precaución? ¿Eres narizotas o chato? ¿Son tus orejas normales o las tienes de soplillo?
Hace poco leí en los comentarios de una página web descalificaciones a una conocida periodista de prensa que trastabillaba al hablar en una radio: claro, es tartamuda, ergo tonta y debería dedicarse a otra cosa.
Como ves, no ser o creer no ser racista es una parte de la historia; y, como imaginarás, todo esto y mucho más pasa porque esa gente que tanto se fija en ti es 'perfecta': ni alta ni baja, ni gorda ni flaca, siempre guapa, siempre joven, siempre simpática, siempre sana, siempre lista, siempre feliz y siempre con dinero para disfrutar de su perfección y perfeccionarse más. ¿Eres tú perfecto? Si piensas que sí, felicidades, pero te diré que no lo eres: por desgracia, te falta algo ahí arriba. ¿Nunca te lo habían dicho?
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