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Venía yo cavilando, de vuelta ayer a casa, sobre lo popular que se ha hecho en los últimos tiempos el, ya no, pero sí antaño, famoso caballo alado Pegasus o Pégasus, como habría que pronunciarlo, o, a la española, Pegaso o Pégaso, como más te ... guste. Y no porque se haya puesto de moda una mitología clásica que, en un 'revival' insólito para época de incuria que vivimos, ya no advierte ni reconoce nadie, sino porque tal es el nombre que los creadores del famoso programa capaz de espiar los detalles más comprometedores de tu teléfono móvil pusieron a su invento.
El caso es que, aún sorprendidos por el repentino rechazo de gobiernos y estados, antes clientes y ahora enemigos, los dos israelíes artífices del software de marras han explicado por qué eligieron precisamente ese nombre para su programa. Y sí, se inspiraron en la mitología griega, ellos, que son judíos, y quisieron ver en su programa «un caballo de Troya que llegaba por el aire». Ya sabes que, en la guerra entre griegos o aqueos y troyanos, los primeros, que no eran capaces de asaltar las inexpugnables murallas de Troya, idearon la argucia de amagar su retirada y de regalar un enorme caballo de madera a los troyanos, a modo de despedida. Tras muchas dudas, los troyanos aceptaron el regalo y lo introdujeron en su ciudad. Mas el vientre del artefacto albergaba a unos cuantos aqueos que, al llegar la noche, saltaron de él, mataron a la guardia y abrieron las puertas de la ciudad al resto del ejército. Así penetraron los aqueos en ella, la destruyeron y remataron aquella larga guerra. Por lo demás, ese final de Troya también supuso el comienzo de Roma; como que los romanos se decían descendientes de Eneas, héroe troyano que huyó de la ciudad en llamas con su padre Anquises a cuestas, su hijo Ascanio y un puñado de hombres: comenzaba entonces un viaje que le llevaría en última instancia al Lacio, donde sus descendientes fundarán una nueva Troya, que será la propia Roma. Ya ves que el equívoco nombre de troyanos para designar a esos virus aviesos que alguien introduce en tu ordenador con diversos fines no tiene que ver con los habitantes de Troya, que fueron sus víctimas, sino con el caballo que los griegos introdujeron en la ciudad: quizá hubiera sido más adecuado llamarlos aqueos.
El otro equino, Pegaso, no tuvo nada que ver con el de Troya. Este era el caballo de Zeus, padre de los dioses. Tenía alas para volar y movía sus patas en el aire, como si galopara. Su historia tiene que ver con Belerofonte, otro héroe, que domó a Pegaso, y que, gracias a él, logró matar a la terrible Quimera, un monstruo que vomitaba fuego por la boca, aterrorizaba a la población de Licia y asolaba sus cosechas. Belerofonte, a lomos de Pegaso, se alzó en el aire sobre la Quimera e introdujo su lanza en la boca del animal. La punta de plomo, al fundirse por el calor, quemó los órganos del bicho y le causó la muerte.
Pero quizá a tu mente, si tienes cierta edad, vengan también nombre y logo de aquel famoso fabricante español de camiones, Pegaso, que inundó las carreteras de Europa con su motor V8 y que alguna vez quisiste para ser feliz. Naturalmente, el caballo que aparece en ese logo, en actitud galopante, y rodeado por un círculo que simbolizaba la globalidad del proyecto de la empresa, sí tiene que ver con el Pegaso de la mitología griega. Ahora bien, si te fijas en el cuadrúpedo, observarás que, curiosamente, no tiene alas, lo que, tras lo dicho, puede producir una cierta extrañeza. La razón es que ese mismo logotipo, el del caballo alado, ya lo había registrado mucho antes una empresa americana de productos derivados del petróleo, Mobil, con lo que la española tuvo que modificarlo, aunque no por ello perdiera la esencia del significado: un camión para volar por las carreteras.
Los caminos del mundo clásico y los de la rabiosa actualidad se entrecruzan con frecuencia, sin que a menudo sepamos por qué, gracias al desprecio que las autoridades dispensan a aquellos desde hace años. Te podría poner otros muchos ejemplos de ello que, a buen seguro, te sorprenderían. Pero, qué, si todo eso son historias que no sirven para nada. Lo realmente útil e importante es saber hacer buenos troyanos con que espiar a todo quisque y, más aún, por lo visto, antivirus que los detecten.
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