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Aveces no solo es la eficacia de la victoria lo que se valora en el espectáculo deportivo. Asombrarse con la originalidad para luego sacarla del campo y llevarla al debate de los amigos con cierta jactancia de haber presenciado lo inaudito, también es un elemento ... para tener en cuenta. Que se lo digan a quienes tuvieron la suerte de ver la final de la Eurocopa de 1976 entre Checoslovaquia y Alemania, con aquel penalti de Antonin Panenka engañando la solemnidad del momento con un débil disparo por el centro de la portería que acabó en gol y en triunfo de los checos. Imaginen la escena a la inversa. Fue el caso de Casquero en 2009, entonces en el Getafe, cuando quiso ser Panenka en el Bernabéu ante Iker Casillas, que le adivinó la intención. Hacer el Panenka es hacer una genialidad, pero con el riesgo de caer en el ridículo.

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