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La Filmoteca de Cantabria no es una anécdota en el panorama cultural de nuestra región. Es una institución de prestigio que ha logrado alcanzar una imagen de marca inédita en el mapa cultural de nuestro país. Gracias a ella, Cantabria tiene un activo de primer ... nivel que ha ido enhebrando relatos de conocimiento alrededor del cine que son irrepetibles. Su programación de calidad y, sobre todo, el diseño de la misma al servicio de una reflexión estética y crítica independiente, es algo que pocas filmotecas y espacios culturales pueden ofrecer. Recalco la referencia a la reflexión, y los términos que he mencionado, estética, crítica e independiente, porque me parecen las coordenadas sobre las que pivota la aportación de valor que ofrece esa institución en estos momentos y lo que reporta a la Filmoteca de Cantabria un agregado competitivo a su imagen y su trabajo que es excepcional. Esas coordenadas están asociadas a una persona con nombre y apellido: Enrique Bolado.
Gracias a él, y solo a él, Santander ha ido destilando un producto cultural extraordinario a partir de un relato institucional y público basado en una reflexión de calidad inigualable de acuerdo con los escasos recursos que ha tenido a su disposición. Por eso, la Filmoteca de Cantabria es su obra. El desenlace plástico de una sensibilidad cultural basada en un criterio independiente y cualitativamente riguroso. El criterio de un intelectual fascinante. Un pensador discreto, con una formación enciclopédica y un gusto cinematográfico que han hecho posible que Santander tuviese en plena calle Bonifaz un irradiador cultural que liberaba a la ciudad de su membrana provinciana al hacer que estallara, en medio de su ensanche burgués, la magia intelectual, la sugerencia crítica y la provocación estética de la complejidad posmoderna. Un milagro que pronto se echará de menos.
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