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Hace poco leía, no recuerdo bien en dónde, que el neurocientífico español Rafael Yuste (catedrático de la Universidad de Columbia) y el ingeniero Darío Gil (Director mundial de investigación de IBM) informaron en la Casa Blanca, al presidente Biden, de que en un plazo de ... unos 10 años estaremos conectados de cerebro a cerebro. Parece ser que dispondremos de unos 'smartphones' a modo de gorras o diademas que serán capaces de leer nuestros pensamientos y transmitírselos a otros a través de internet. Hoy leía en El Diario Montañés que se empieza a comercializar un chip para insertarlo debajo de una capa de piel con el fin de abrir puertas, identificarnos en dispositivos electrónicos, etc. Este es el mundo que, estoy convencido, en pocos años será tan normal como ahora lo es cocinar con un microondas o navegar desde un teléfono móvil.
La realidad es muy sencilla. Nacemos con limitaciones por nuestra condición en la que nuestra mente que es infinitamente más rápida que todo lo físico que nos rodea. En ese marco la tecnología, desde que conseguimos dominar el fuego o pintar con las manos, va avanzando en el sentido de hacer más fácil y rápido todos esos procesos físicos que nos limitan. Y hoy estamos a las puertas de un cambio sustancial, de mayor orden que lo que supuso la aparición del 'smartphone' o de las redes sociales y es acelerar, al límite de los propios pensamientos, nuestra comunicación con otros. Todo ello, además, va a suponer los primeros pasos para conformar los primeros seres cibernéticos en donde la tecnología no será anexa a nosotros sino que formará parte de nuestro propio cuerpo.
Ahora recuerdo una edición de la revista 'Muy Interesante', de hace muchos años, en la que varios científicos preveían que el rostro humano de dentro de miles o millones de años carecería de la función del habla; toda la comunicación será mental y estamos a las puertas de que así pueda ser en pocos años. Llegaremos a saber lo que está pensando una persona, que libremente así lo disponga, transcrito en palabras. Es cierto, habrá que establecer los oportunos controles para proteger nuestra privacidad; si bien siempre habrá hackers que vulnerarán todas las defensas que nos garanticen esa independencia.
Al principio, tal y como hoy nos comunicamos por un chat, tendremos que 'cribar' lo que el dispositivo ha recogido de nuestro pensamiento pues, en el fondo, será igual de cierta la frase de que no se puede decir todo lo que se piensa. Tendremos que pensar bien lo que pensamos para que lo que le llegue al otro sea, razonablemente, lo que queríamos decir. Hoy Descartes diría «pienso luego lo comunico», porque existir siempre seguiremos existiendo.
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