
Su penúltimo servicio
Daniel Berzosa
Martes, 4 de agosto 2020, 19:42
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Daniel Berzosa
Martes, 4 de agosto 2020, 19:42
El lunes, Zarzuela publicaba la carta mediante la que don Juan Carlos comunicaba a su hijo, Felipe VI, el jefe del Estado, su intención de trasladarse, «en estos momentos, fuera de España». Lo ha hecho «con el mismo afán de servicio a España que inspiró su reinado» y «guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles, a sus instituciones y a ti como Rey» para «facilitar el ejercicio de tus funciones, desde la tranquilidad y el sosiego que requiere tu alta responsabilidad». A esta hora, es de general conocimiento que, cuando envió la histórica misiva, ya había partido a su temporal destino. También, a esta hora, la única base de este despropósito de situación —y, por supuesto, me refiero, en su caso, a los tejemanejes dinerarios, no los que tengan que ver con la intimidad—, que afecta no solo a la vida particular de un individuo o una familia, sino al devenir de todo un país de 47 millones de ciudadanos, sigue residiendo en filtraciones procedentes de personajes de muy baja ralea. Pero, que yo sepa, esto no constituye aún una prueba de cargo. Porque el padre del Rey sigue sin estar investigado, menos procesado y aún menos condenado por quien puede y, en su caso, debe hacerlo en un Estado de Derecho, que son los tribunales de justicia. Como todos hacen leña del árbol caído y los españoles nos aplicamos a ello con un cinismo soberbio, entre masoquista y nihilista, lo decisivo ahora es que este alejamiento momentáneo de don Juan Carlos no sea en vano.
La Familia Real ha sido desmontada de facto. El Rey se ha quedado aún más solo. Naturalmente, los enemigos de la libertad, la igualdad y la democracia y, so pretexto de una distópica justicia de clase, amigos de lo ajeno, están encantados. Interpretan correctamente que han dado un paso más en su propósito confesado de destruir la monarquía parlamentaria. Lo que significa, en este momento de la historia, la aniquilación de España como nación y de la libertad, la igualdad y la democracia como fundamentos políticos de su existencia y nuestra convivencia como comunidad de ciudadanos. Persuadidos de que, en España, caído uno, caídos veintiuno, estiman que el derrocamiento del Rey y la Constitución están sobre el borde del precipicio. Un poco más de presión política y mediática, y ya estamos a las puertas de la república plurinacional comunista y nacionalista de los intereses privados de partido y grupo.
Don Juan Carlos, un hombre de 82 años, Rey de España durante 39 años, palanca de la Transición superadora de las dos Españas, se ha marchado por ahora al extranjero. Si la decisión ha sido acertada, contraproducente o inane lo comprobaremos en muy poco tiempo. El juicio de la opinión pública a su reinado no se puede reducir a unos supuestos malos actos privados de sus últimos años. Lo que está claro es que don Juan Carlos presta a la España democrática, a los españoles libres e iguales y a la Corona, clave de bóveda de todo ello, su penúltimo servicio. Gracias, Majestad.
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