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Que la temporada iba a acabar mal para el Racing era evidente casi desde los primeros compases pero, ¿realmente era necesario que fuera de esta manera? Porque mira que este club nos tiene acostumbrados a los disgustos, pero hay cosas peores que el fracaso.
Obviamente, ... la rajada de Aritz Solabarrieta no era de recibo, por mucho que su desahogo nos pueda resultar comprensible. Y no le falta razón en su lamento de que las tres derrotas consecutivas con que debutó le condenaron ante el racinguismo, con lo que sus méritos han quedado en un segundo plano. Aun así, su paso por el Racing supone el salto al profesionalismo y, con el asesor de márketing adecuado, hasta podría apuntarse un 'ascenso' en el currículum, de modo que su agradecimiento al Racing tiene que ser sincero, a la fuerza. Otro asunto es cómo quedará su imagen después del ajuste de cuentas en la despedida. ¿Es un profesional íntegro que denuncia una situación indigna? ¿O un empleado de dudosa «catadura ética», como deslizan en un comunicado oficial los empresarios que dirigen el club?
Efectivamente, el año ha sido «decepcionante para todo el racinguismo», como bien afirman los empresarios en la web del Racing, pero ver a un club centenario ventilando en público semejante polémica es todavía peor que el fracaso. Para empezar, porque la comunicación institucional no está para eso. Cuando desde la grada se canta «Nosotros somos el Racing», a alguno le debe de sonar a chino. Este club es patrimonio sentimental de sus aficionados, y no sólo a la hora de pagar el abono. Utilizarlo para trifulcas personales es ensuciar su imagen.
Para continuar, el tono agresivo y la carga contra Solabarrieta acaban logrando un efecto contrario al deseado: dar la razón al míster. Fuera en una conversación formal o informal, el escrito admite expresamente que el vicepresidente verdiblanco trató de «imponerle a su llegada cuestiones propias de su competencia, tales como alineaciones y forma de juego». Más allá del repelús -en plan 'déjà vu' de la era Piterman-, lo realmente preocupante es de lo que habla el comunicado: que públicamente se prometiera el ascenso, pero a la hora de concretar objetivos al entrenador sólo se le pidiera la permanencia. ¿Para qué ese doble discurso?
Pero al final, lo peor es que se cargue contra Solabarrieta por «desviar la atención sobre sus números al frente del banquillo del Racing», como si todo fuera culpa suya. En exclusiva. No quienes le eligieron y contrataron. Y de quienes ponen, quitan y dejan hacer. Probablemente, con la mejor de las intenciones. Pero tampoco se puede echar la culpa al empedrado. Como si el fracaso de esta temporada, y la previa, no fuera también responsabilidad directa de los dirigentes.
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