La percepción social de la innovación
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Cantabria se encuentra, por desgracia, entre las autonomías que ven el cambio tecnológico como destructor de empleoPor más que lo repitamos una y otra vez, nunca estará de más insistir en que la innovación es una de las principales palancas del crecimiento económico ya que, adecuadamente orientada, no sólo acelera y garantiza el mismo, sino que también favorece una mejor ... distribución de sus frutos.
Pese a que el análisis económico y la realidad cotidiana muestran que esto es así, sigue sorprendiendo que, en España, la innovación (y la I+D, que están estrechamente vinculadas a la misma), no goce de todo el apoyo y reconocimiento social que merece. Solamente en momentos muy críticos, como el actual, parece que la percepción social de la innovación como un fenómeno positivo empieza a aumentar; así lo refleja, al menos, una reciente encuesta de la Fundación Cotec sobre el particular.
Varios son los aspectos que llaman la atención en relación con los resultados de la citada encuesta. El primero, muy sorprendente a juzgar por el escaso apoyo que luego tiene en la realidad, es que en torno a cuatro quintos de la población consultada estima que la innovación es buena. El segundo, que concuerda con lo antes apuntado, es que sólo cuando se ven las orejas al lobo (como sucede con la pandemia), esta percepción empieza a mejorar, aunque de forma muy modesta; con anterioridad, y en una fase de relativa expansión, tal percepción fue disminuyendo paulatinamente, de manera que en sólo dos años (de 2017 a 2019) se redujo en más de dieciséis puntos porcentuales. Algo se está haciendo mal cuando en años de bonanza económica la confianza en la innovación se reduce y únicamente remonta un poco cuando parece que estamos a punto de zozobrar.
Un tercer aspecto de interés es que la percepción social por comunidades autónomas muestra diferencias que, sin ser tan acusadas como sucede en otros ámbitos socio-económicos (doce puntos porcentuales entre la que se sitúa en cabeza, La Rioja, y la que ocupa la cola, Murcia), no dejan de ser importantes. Cantabria, con un 76% de los encuestados que consideran que la innovación es positiva, ocupa una posición intermedia baja, que se compadece relativamente bien con la que tiene en inversión en I+D+i.
Si de la percepción social de la innovación como algo beneficioso para la economía y la sociedad pasamos a la que considera la capacidad para innovar, el mapa regional presenta una situación que es la réplica casi perfecta del que muestra en materia de renta per cápita: País Vasco, Madrid y Cataluña se encuentran en el grupo de las más avanzadas, seguidas, a cierta distancia, de Navarra, La Rioja, Aragón, Comunidad Valenciana, Baleares y Galicia. El resto de comunidades, entre las que hay que incluir a Cantabria, se consideran a sí mismas con reducida capacidad (cultura) innovadora. Además, en estrecha consonancia con esta percepción sobre la capacidad innovadora, la encuesta apunta que sólo tres territorios se consideran como innovadores: amén del País Vasco y Cataluña, ahora hay que incluir a Navarra y excluir, curiosamente, a Madrid.
Dado que uno de los principales resultados de la innovación (sobre todo la actual, con la digitalización y automatización) es la aceleración del cambio tecnológico y dado que éste tiene o puede llegar a tener un gran impacto sobre el empleo, la percepción que se tiene sobre ambas cuestiones de forma conjunta resulta, creo, de gran interés. Pues bien, a tenor de lo que nos dice la encuesta de Cotec, la relación entre ambos elementos varía mucho por autonomías: en la mayoría de ellas, no obstante, hay una relación directa, de forma que cuanto mayor (menor) es la percepción positiva que se tiene de la capacidad innovadora de las empresas, mayor (menor) es el porcentaje de población que considera al cambio tecnológico como creador neto de empleo. Una vez más, y por desgracia, Cantabria se encuentra entre el grupo de comunidades cuyos habitantes estiman que el cambio tecnológico es destructor neto de empleo y que sus empresas no son innovadoras; de hecho, sólo Extremadura mantiene en ambos aspectos una posición peor que la nuestra. Ahora bien, si, en contra de la evidencia, creemos que el cambio tecnológico propiciado por la innovación no es uno de los principales motores del desarrollo económico y social, ¿a qué podremos agarrarnos para mejorar nuestra situación? No a mucho, ciertamente; la única alternativa es que los innovadores se 'vendan' mejor y que sus innovaciones estén más dirigidas a la creación de más y mejor empleo.
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