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Si algo nos enseña la historia es que ignorar las amenazas y los elefantes en medio del salón no hace que desaparezcan. En los últimos días asistimos, no sin temor, a la publicación de una conversación privada entre antiguos cargos militares que instaban, entre otras ... lindezas, al fusilamiento de 26 millones de personas. Ahora, 271 militares retirados han firmado un manifiesto en el que se advierte contra «el deterioro de la democracia» y «la imposición de un pensamiento único».
El documento, encabezado por el teniente general Emilio Pérez Alamán, ha sido suscrito por altos cargos del ejército que en 2018 (antes de la exhumación del Valle de los Caídos) apoyaron un manifiesto en defensa de Franco. Un manifiesto en el que señalaban que «su figura ha sido vilipendiada hasta el extremo». Y así, mientras muestran ahora su apoyo al rey como mando supremo de las fuerzas armadas; señalan que «si bien por edad no podemos ejercer nuestra vocación de soldados en Unidades, sí hemos recuperado los derechos fundamentales a los que renunciamos voluntariamente al abrazar la carrera de las Armas. Entre ellos la libertad de opinión y expresión que nos permite firmar esta declaración, que advierte de los riesgos a que están sometiendo a nuestra Patria los responsables de dirigir el futuro de España».
Todo ello en un mismo documento, todo ello, mostrando su poderío y derecho a ejercer la libertad de expresión. Porque parece que durante la dictadura el pensamiento era plural, los derechos civiles se respetaban y, cómo no, 'con Franco se vivía mejor'. Mucho mejor. ¿De verdad pretenden que respetemos y no hagamos frente a quienes ansían matar a 26 millones de españoles y españolas, defienden y ensalzan la figura del dictador y, en nombre de derechos fundamentales, muestran su odio y repulsa por un gobierno legítimo? ¿De verdad no queremos ver similitudes con nuestra historia, demasiado reciente, en la que el odio se instauró de modo violento y acabó con la democracia durante años en España?
En este alarde de banderas y de orgullo patrio entre civiles; en este momento de desavenencias ¿de verdad tienen que venir quienes juraron defender dicha bandera y a la población que engloba a crispar y a dar lecciones de antidemocracia y de odio colectivo? De sobra conocíamos de sus lealtades, pero que osen esta presencia pública no deja de instarnos a rechazar sus manifestaciones y exigir, cuando menos, reparaciones públicas. No estamos impertérritos, no estamos impertérritas. Justo lo contrario: demostremos que esto nos altera, nos perturba, desata nuestras emociones y nos induce a la acción.
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