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El Partido Popular de Cantabria necesita una renovación y la necesita ahora. Perdonen que me levante y lo diga, pero alguien tenía que hacerlo. Disculpen que el primero en decirlo sea el último en llegar pero es que hay una comunidad entera esperando y ... ya va corriendo prisa.
Si es que ustedes mismos no lo han dicho alguna vez, seguro que han escuchado esta frase: «si aquí todavía gobierna Revilla es porque no hay oposición». Y yo estoy y no estoy de acuerdo. La hay, y trabaja. La hay, pero sin liderazgo.
Así es como yo lo veo:
Tenemos un Gobierno regional al que le revientan las costuras, nacido de un pacto que más pareció un reparto de incompetencias, que ha intentado corregir su disparatada inacción en industria con un cambio de consejero que solo ha servido para que la disparatada inacción en industria nos cueste más cara.
Tenemos un presidente que ha renunciado a serlo, con un liderazgo tan frágil que lo mismo lo cuestionan cuatro ciudadanos equipados con un móvil que la primera empresa que decida plantar eólicos incluso en el despacho presidencial de Peña Herbosa.
Tenemos una mitad de Gobierno socialista que, a juzgar por su gestión en Delegación de Gobierno, igual no logra incrementar el PIB ni reducir el desempleo pero que sí será capaz de vigilar el descontento ciudadano con los helicópteros que le han sobrado a Europa después de la transición ecológica y de dispersar las manifestaciones a chuchazos por la policía a caballo en una bonita estampa, sin duda homenaje a la memoria histórica.
Mientras en el Partido Popular nos miramos los dedos con miedo a quemarnos, los cántabros se preguntan a qué estamos esperando, por qué no nos hemos organizado ya para echar a quien demuestra cada día que el mejor servicio que le queda por hacer por esta comunidad es el de jubilarse.
Los cántabros, populares o no, tienen todo el derecho a preguntarse dónde está el liderazgo modelo Ayuso capaz de dejarse de rollos ideológicos, de unir a la oposición, de defender a la empresa y de darlo todo por la creación de empleo.
Porque no hay líder más inútil que el que llega tarde. Y si los populares de Cantabria seguimos retrasando la remodelación del equipo que debe llevarnos al Gobierno, llegaremos tarde.
Será tarde para Cantabria que ya va a la cabeza de España en endeudamiento y a la cola de Europa en innovación. Será tarde para los jóvenes de una comunidad que va al final de la lista por capacidad para atraer talento, empleabilidad para vocaciones técnicas y gasto en innovación.
Será tarde para evitar que Cantabria sea zona de vuelo de grandes inversiones empresariales, esas que pasan sobre nuestras cabezas para asentarse en el País Vasco o Asturias, como el Centro Logístico de Amazon o el Centro Europeo de Inteligencia Artificial o el Campus de programación Telefónica 42 o la primera planta de España de hidrógeno verde.
A mi no me van a escuchar ustedes hablar ni de divisiones ni de enfrentamientos en este partido porque no me afilié para charlar de batallas pasadas, ni en términos de memorias históricas ni de memorias políticas.
Lo que tengo claro después de dos años formando parte del Partido Popular de Cantabria es que necesita un liderazgo íntegramente renovado y no un juego de las sillas diseñado para dar asiento a todos los traseros aspirantes.
Y tengo claro que no podemos seguir retrasando este proceso. Que este partido necesita un plan estratégico que le saque de las catacumbas con vistas al mar de El Sardinero y le acerque a la realidad de la calle, esa que ha demostrado saber gestionar tan bien cuando cuenta con líderes respaldados y solventes para hacerlo. El Partido Popular de Cantabria necesita ser un entorno en el que los equipos trabajen sin miedo a perder y con hambre de ganar.
Un Partido Popular renovado no es solo un equipo capaz de ganar elecciones. Es un equipo capaz de reconciliar a los propios y sumar a los ajenos. De pensar menos en si las cicatrices están más abiertas o cerradas que en aunar voluntades para defender a los cántabros de los problemas que tienen y de los que vienen.
El Partido Popular que Cantabria necesita es el partido capaz de liderar una oposición unida, no frente a unas siglas o frente a un presidente, sino frente a un descalabro y en favor de un proyecto solvente, con capacidad de reparar las grietas en la estructura económica y de abrir posibilidades reales, que las hay, de empleo, de desarrollo.
Podemos seguir jugando al juego de los nombres o preguntarnos de una vez qué quieren decir los cántabros cuando dicen que en Cantabria «no hay oposición». Así que perdonen que me levante, pero es que el Partido Popular de Cantabria necesita una renovación y alguien, aún a riesgo de quemarse los dedos, tenía que decirlo. Aunque sea el último en llegar.
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