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Los periódicos impresos en papel desprenden un olor singular, mezcla del perfume del propio papel aderezado por el aroma de la tinta fresca. Los diarios trabajan sus portadas con precisión de orfebre para resumir en el poco espacio disponible lo más importante de la jornada ... y, a la par, enviar un mensaje a los lectores: sigan leyendo que, en ocasiones, lo mejor está en las zonas umbrías… como indicaban aquellos carteles en algunos comercios de la primera mitad del siglo XX: «Por el calor, lo mejor en el interior».
El domingo pasado, El Diario Montañés obsequiaba a sus lectores con una entrega más de la selección de primeras páginas, extraídas de su hemeroteca. En ella se daba cuenta del resultado de las primeras elecciones democráticas tras el franquismo, el quince de junio del año 1977. El escrutinio de las papeletas clarificó la situación, terminó con las ensoñaciones de los extremistas y demostró que los españoles tenían madurez y sentido común. En Cantabria, la Unión de Centro Democrático (UCD) obtuvo una victoria arrolladora y logró tres escaños al Congreso y tres al senado. El PSOE colocó un diputado y Alianza Popular situó a Modesto Piñeiro en la carrera de San Jerónimo. Cantabria, entonces provincia de Santander, votó masivamente al centro derecha. Y la tendencia de esta comunidad coincidió, con algunas excepciones, con la de la media española.
Las elecciones del 15-J se desarrollaron en un mar de incertidumbres: Una verdadera oleada de partidos, cada cual con sus siglas, se presentaron a ese primer examen. La fragmentación era tan grande que en los periódicos se acuñó la expresión «la sopa de letras», para denominar la cantidad de siglas que aspiraban al favor de los españoles. El recuento de los votos fue un baño de realidad para los más soñadores. Recuerdo a una líder de la izquierda radical que, días antes del 15-J, estaba segura de que los obreros votarían de forma mayoritaria a su partido, porque era el que mejor defendía las aspiraciones del proletariado. El resultado demostró que los deseos de los asalariados eran otros: crear un entorno de paz, mejoría de la economía y libertad, mucha libertad tras el largo periodo de la dictadura.
En la primera página de El Diario Montañés del jueves 16 de junio –aquellos primeros comicios se desarrollaron un día de labor– aparecía una noticia que indicaba el gran obstáculo para alcanzar la democracia: «Secuestro de Ybarra: aumenta el pesimismo». ETA trató por todos los medios, especialmente con bombas y pistolas, de impedir que los españoles disfrutaran de la democracia. ETA, cuyos amigos colaboradores y herederos ocupan hoy escaños en el Parlamento, tenía como objetivo implantar la dictadura comunista y a punto estuvo de dinamitar los esfuerzos de los demócratas por dotar a los españoles de libertad y hacerlos dueños del poder. El cadáver de Javier de Ybarra fue encontrado una semana después de las elecciones, con un tiro en la cabeza, tras ser torturado, en un monte de Vizcaya.
Las elecciones que pusieron a prueba el buen talante de los españoles se consumaron sin apenas aparato demoscópico. Las encuestas eran tan rudimentarias y variadas que no hubo más que predicciones muy grosso modo. Todo era tan nuevo que hubo retraso en el escrutinio y algunos sustos. En Cantabria tres partidos de ámbito progresista decidieron unirse en una candidatura única al Senado. La idea, que dio resultado, era agrupar el voto para sumar opciones en la cámara alta. Tras un primer escrutinio se proclamó senador a Eduardo Obregón Barreda y finalmente –varios días más tarde– el recuento final situó en el Senado al abogado Benito Huerta, otra de las personas que optaron bajo la alianza 'Senadores por la democracia'.
Aquellos comicios sentaron las bases de la España libre y democrática. Despejaron dudas y arrinconaron a los agoreros que creían que los españoles eran ingobernables o a los radicales que pensaban en repúblicas socialistas o en el modelo chino de Mao Tse-Tung, ahora Mao Zedong.
La portada de El Diario Montañés del 16 de junio, vista hoy, no parece nada espectacular, pero los 45 años transcurridos no han destruido los efluvios de apertura a un nuevo tiempo, de libertad y de la sensación placentera de los españoles tomando las riendas de su destino. Un paso más hacia la construcción de una España de todos, en igualdad… mientras se percibían las amenazas sangrientas de los que deseaban sustituir una dictadura por otra.
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