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Nuestro mundo es complejo, diverso, plural; y muy cambiante. Las certezas de hoy no valen para mañana. A nuestra época se la ha denominado la 'sociedad líquida'. Todos esos rasgos indican facetas importantes de cómo es el medio al que tenemos que ... adaptarnos. Pues bien, para adaptarnos, para poder vivir medianamente integrados, para estar situados y saber actuar, para comprender y no estar perplejos y desconcertados, contamos con una buena ayuda: los medios de comunicación y, dentro de ellos, especialmente, la prensa escrita.
Efectivamente, la complejidad de la sociedad actual obliga a una permanente adaptación. Necesitamos estar al día si no queremos quedarnos al margen, fuera de juego, obsoletos. El cambio más evidente es el tecnológico, pero junto a él, y en muchos casos directamente vinculados al mismo, asistimos a cambios económicos, culturales, de estilos de vida, y también a cambios políticos, y a movimientos migratorios (demográficos), y a alteraciones medioambientales.
Desde hace siglos, los medios de comunicación han jugado un papel fundamental para contribuir a que los miembros de la sociedad moderna (y ahora de la tecnológicamente avanzada) consigan su imprescindible adaptación al entorno sin especiales desajustes, incluso que contribuyan al cambio social, al progreso. Pero algo ha variado en las últimas décadas: el cambio se ha vuelto vertiginoso y la sociedad especialmente compleja.
Nuestros abuelos se informaban del mundo leyendo el periódico, escuchando la radio. Sí, en singular. Hasta no hace mucho tiempo había un periódico, una radio, y más tarde una cadena de televisión. Hace pocas generaciones, la población ilustrada leía el editorial del periódico, escuchaba las noticias, 'el parte', veía el telediario. Su mundo era más sencillo, más homogéneo, y el cambio lento.
Como decía, la situación ha cambiado drásticamente. Nuestro mundo es muy diferente; los rasgos que le caracterizan son: cambios rápidos y permanentes, globalización, interdependencia. Ahora podemos, y debemos, escoger entre centenares de propuestas informativas. Pero, claro, para escoger hace falta tener criterio. Si carecemos de ese criterio la capacidad de escoger no existe, y el individuo es manipulado para que elija un determinado medio, un específico programa. Esa manipulación, ese condicionamiento, se logra con técnicas publicitarias, manejando los resortes de las necesidades y las motivaciones más básicas, utilizando imágenes-noticias-comentarios aderezadas con sensacionalismo; es decir: ideas sencillas, emociones primarias y dosis de intriga, curiosidad, cotilleo, sexo...
Algunos medios de comunicación provocan que el individuo no piense. Con la excusa de que pretenden entretener y con el argumento de que el ciudadano quiere desconectar, se le ofrecen contenidos que le adormecen.
Obviamente, no pasa nada si dedicamos un rato al cotilleo; no es malo ver un programa de televisión que habla de los amores, peleas y fiestas de unos personajes conocidos. El problema sucede cuando una persona solo ve ese tipo de programas; y el problema social existe cuando son muchas las personas que solo atienden a esos programas.
Los medios de comunicación no son neutros, no son inocentes. Ninguno lo es. Cada periódico, cada programa de televisión y también cada periodista tienen una visión del mundo, una ideología y unos intereses. Todos miramos la sociedad desde una perspectiva y, por tanto, vemos-reflejamos-contamos solo esa parte.
Los buenos profesionales de los medios de comunicación y la prensa respetable diferencian la información de la opinión, los hechos de las interpretaciones, las noticias de las valoraciones. Claro que esta distinción no es ni fácil ni absoluta, pero, admitido lo anterior, los medios y los profesionales honrados se esfuerzan en hacer evidente esa doble cara de la realidad para que, de esta forma, el público no se vea condicionado y pueda formarse su propia opinión. Recientemente, el periodista Vicente Vallés ha dicho: «La información tiene un componente de análisis, hay que poner las noticias en perspectiva. Las cosas pasan por algo y tienen consecuencias». Eso es.
La prensa solvente publica un libro de estilo y muestra a las claras a quién pertenece y cuál es su línea editorial. Eso es jugar limpio.
Concluyo. Por obligación profesional, y por devoción. Todos los días leo cinco o seis periódicos de orientaciones ideológicas diferentes. Siempre sigo la misma secuencia: comienzo por atender a la realidad inmediata y luego continúo con la información nacional. Según los acontecimientos del día, leo algunos editoriales y no dedico atención a otros. Leo los artículos de algunas firmas y las informaciones sobre determinadas cuestiones. Sigo con especial fidelidad a algunos escritores, pero hago el esfuerzo de leer a los que no ven el mundo de la misma forma que yo. Lo tengo muy claro: del diferente se puede aprender mucho y, también, que nadie tiene toda la razón. Con esta estrategia procuro que mi mente no esté cerrada.
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