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La invitación del Ateneo de Santander a compartir con el presidente del Centro de Estudios Montañeses, Francisco Gutiérrez, una evocación de José Estrañi me condujo esta semana a desarrollar un poco más mi reflexión de este año sobre el fundador y director del periódico ' ... El Cantábrico'. Estrañi falleció el 29 de diciembre de 1919, así que, un siglo después, ¿qué podrá decirnos que no parezca anticuado? Intentaré responder en tres epígrafes: Periodismo, donde fue pionero; Liberalismo, donde fue significante; y Santanderismo, donde fue entrañable.
Estrañi acumulaba ya una trayectoria periodística, literaria y política cuando en 1877 fue desterrado por Romero Robledo a Santander. Republicano federal afecto a Pi y Margall, trabajó en 'La voz montañesa', periódico de dicha tendencia que en la provincia dirigía Antonio Coll y Puig. No acabó bien esta relación y en primavera de 1895 Estrañi, junto con los Rodríguez Parets, creó 'El Cantábrico', diario «a la moderna» que en un santiamén orilló a todos los demás excepto los de clientela de catolicismo político, como 'La Atalaya' y, a partir de 1902, 'El Diario Montañés'.
Estrañi introdujo el concepto de un periódico «portador de noticias» al servicio de sus lectores, con un espíritu liberal amplio y crítico sin herir los sentimientos de nadie. Por eso cuando el obispo Sánchez de Castro excomulgó a quienes leyeran el periódico, Estrañi decía que era como si se excomulgara a la Compañía Transatlántica por llevar pasajeros no católicos. Estrañi implantó la confección nocturna del diario para llegar a los lectores temprano en la manaña, y en general dio el tono de una prensa profesional. Esto le fue reconocido cuando se le nombró primer presidente de la Asociación de la Prensa.
Sin embargo, la modernidad creaba una relación nueva con la literatura. Estrañi componía poemas y obras teatrales, que se habían declamado y representado en Madrid y otros lugares. El periodista se concebía también como un escritor. Naturalmente, el naciente periodismo «a la moderna» caminaba en dirección a una prosa concisa, clara, sencilla, relativamente neutral. La escritura periodística se alejaba de la literatura, de la pacotilla humorística. Solo en determinados géneros, como la columna de opinión, la crónica de ambiente o la crítica taurina o de artes sobrevivirá, y no en plenitud, aquella fusión romántica de periodismo y estilo que procedía de un Larra. Así, Estrañi, amigo de grandes plumas de entonces como Mariano de Cavia, impulsaba un movimiento profesional que a la larga suprimiría los aspectos más creativos y lúdicos del reporterismo, en los que él era una figura nacional. ¿Es posible hoy recuperar la literatura sin perder el periodismo? El fallecimiento de Manuel Alcántara acaba de dejarnos sin uno de los modelos de esa convivencia entre imaginación e información.
Estrañi, que había sido conspirador republicano, entendió como muchos otros de su talante el fundamento del sistema de Cánovas: la primera república había fracasado porque el pueblo en su conjunto carecía de una educación liberal. El plan B era aceptar algo que fuera evolucionando hacia una monarquía parlamentaria como la británica. Los republicanos irían a reforzar la alternativa del liberalismo dinástico progresista (Sagasta). Los carlistas y ultramontanos, la del liberalismo conservador (Cánovas). Por eso Estrañi le dijo a Sagasta en la estación de Renedo aquello de que, siendo imposible la república, «abajo Cánovas y arriba usted».
Sin embargo, el año de la muerte de Estrañí, 1919, es el de la quiebra final de esa polaridad civilizada. No fue posible que ninguno de los dos polos se asentase. Se fracturaron internamente, inestabilizaron las legislaturas, crearon recelos hondos contra Alfonso XIII. Surgieron partidos que recogían nuevas urgencias sociales, como el PSOE, o apostaban por acciones de fuerza, como el anarquismo. Y se consolidaron también fuerzas particularistas en Cataluña y País Vasco. Ya en los años finales de Estrañi se veía que el sistema tendría que ser algo más complejo o perecer.
Estrañi sufrió las dificultades por el lado del clericalismo y el anticlericalismo. Su espíritu satírico y juguetón topó con una Iglesia hipersensible que consideraba el liberalismo como instrumento de Satanás y peligrosa herejía, según proclamaba desde Torrelavega Ceferino Calderón.
El liberalismo se volvió una tarea utópica de educación política. Las grandes figuras anteriores a la tragedia de 1936 son o habían sido casi todas liberales: Unamuno, Ortega, Araquistáin, Madariaga, Marañón, Campoamor, Melquiades Álvarez, Alba, Lerroux, Cambó. Pero en la realidad cultural España, como otros países del viejo continente, se iba extremando en idearios de revolución social, separatismo, ordenación estatista o caudillajes militares. Un liberalismo como el de Estrañi, incluido el aspecto de republicano de principios y monárquico de pragmatismo, no sería posible hasta seis décadas después de su muerte. Lo que hoy está en peligro es más bien la libertad de crítica: una nueva intolerancia censura el debate porque 'hiere' determinados sentimientos. Reto claro del liberalismo: definir el límite donde uno ya no tiene derecho a darse por ofendido, sino que prevalece el derecho a la conversación de la humanidad. El 'derecho a la pacotilla' es también un derecho humano.
Estrañi significa finalmente «santanderismo», en una doble acepción. Por un lado, la trascendencia nacional que tenía la capital montañesa en la Restauración. Por otro, la paradoja emocional: Estrañi se enamoró de la ciudad a la que había sido desterrado. Se convirtió en un ferviente santanderino, defensor de los intereses colectivos y admirador de figuras señeras: Menéndez Pelayo, Pereda.
Su amistad de largos años con Benito Pérez Galdós y con los grandes personajes que frecuentaban la casa galdosiana de 'San Quintín' nos recuerda el relieve de Santander dentro de la España de entonces. La guerra civil mató aquella preeminencia. La España desarrollista del franquismo se orientó hacia otros lares. La lucha santanderina ha sido desde entonces recuperar el 'peso' de la época de Estrañi. Aún no lo ha logrado, pero hay bases.
Por ello, parece una desgracia el descuido de su monumento en la Avenida de Reina Victoria. Hay que solucionar lo del relieve que alguien se llevó en 1937. No puede ser un hombre sin rostro. Y se debe dar referencia adecuada en la placa: es uno de los monumentos de Santander inaugurados por un Jefe del Estado; el presidente Alcalá Zamora, en agosto de 1932. Es irónico que la Iglesia, que tanto se molestó con Estrañi, lo acogiera en su muerte, mientras que la ciudad que él siempre favoreció aún no lo honra como debe.
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