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El Diario Montañés es, de repente, un equipo de gente dispersa y aislada, sentada delante de un ordenador y pegada al móvil en su entorno más íntimo. La sede del periódico en la Avenida de Parayas de Santander está vacía, a excepción de un mínimo retén de profesionales de guardia presencial. Ya es casi el 100% de la plantilla el que trabaja a distancia. La tecnología nos conecta y nos reunimos por videoconferencia. Desde nuestro espacio doméstico echamos de menos los ruidos, los silencios, las tensiones compartidas y las risas de la Redacción, pero nos damos cuenta ahora. Pertenecemos a esa gran mayoría social privilegiada a la que el coronavirus ha recluido en sus hogares. No olvidamos a la creciente minoría que está ingresada en los hospitales. A esos pacientes y a quienes se encargan de atenderlos debemos tener presentes cuando nos aceche la tentación de quejarnos por las medidas restrictivas del estado de alarma. El Covid-19 mata, en el grado que sea, y esa certeza no admite veleidades.
Estamos en casa, como ustedes, asomados a las ventanas en los pequeños ratos de descanso. Por primera vez reparamos en los vecinos del bloque de enfrente: esa chica con la que coincides en pijama y con el móvil pegado a la oreja al descorrer la cortina, o ese señor detrás del cristal con el que cruzas una mirada tímida y lejana. Seguimos sin conocer sus nombres y cómo es su vida, pero ahora sabemos que afrontan una situación desconcertante que sólo cabía imaginar en la ficción, que están descubriendo mucho sobre sí mismos y sobre los demás, igual que ellos lo saben de nosotros, que también somos la mujer con el gato en brazos o el chico con la taza en la mano. La crisis del coronavirus va a ser una experiencia de aprendizaje colectivo que marcará un antes y un después en nuestros hábitos de higiene, de trabajo, de servicio, de ocio y de negocio.
Nos une una rareza nueva que nos pone a prueba a todos. En El Diario hemos redoblado esfuerzos. Contamos lo que está pasando y respondemos a la intensa demanda de información sobre el coronavirus, pero, además, asumimos la tarea extra de desmentir los bulos que se propagan con inusitada rapidez por las redes sociales. Rumores, falsedades y montajes siembran inquietud y hacen daño. Un ejemplo fue la alarma generada ayer por la difusión de la noticia errónea sobre el agravamiento de los pacientes con Covid-19 que toman ibuprofeno. La Agencia Española de Medicamentos aclaró que «ningún dato» permite «actualmente» mantener esa afirmación y que «los pacientes que estén en tratamiento crónico con ibuprofeno o ketoprofeno no deben interrumpirlo».
Lo que sí debemos interrumpir por un momento a las ocho de la tarde es nuestro trabajo para aplaudir el de otros, el del personal sanitario. Es una emoción nueva la de compartir esa experiencia colectiva de agradecimiento desde la individualidad de cada balcón. Cierto que los hospitales necesitan medios más que ovaciones, pero no están de más. Y ellos, médicas, enfermeros, celadores, auxiliares, los que pueden, nos devuelven ese aplauso por aguantar en casa. Hoy son nuestra portada en El Diario. La merecen. Como la merecen los que sostienen servicios esenciales, de emergencias, de seguridad, quiosqueros, panaderos, personal de supermercados...
La plantilla de El Diario aplaude también a los lectores que han agotado estos días nuestros ejemplares en los quioscos, que los han adquirido de dos en dos, que han salido para comprar ese artículo de primera necesidad que es la información, siempre, pero ahora más. Esa respuesta nos ha motivado. Quienes, sobre todo ahora que están confinados en sus hogares, prefieran recibirlo en la puerta, pueden suscribirse. Agradecemos de forma muy especial la confianza de los más de 5.200 suscriptores de la edición digital, eldiariomontanes.es (ON+), que han elegido esta forma de estar al día, más bien al minuto, con acceso ilimitado a los contenidos que son el resultado de muchas horas de trabajo de tantos profesionales. Ese respaldo en los quioscos y en On+ es esencial para garantizar la supervivencia del periodismo de calidad. No obstante, desde que estalló la crisis del coronavirus, por vocación de servicio, todas las notificaciones oficiales, los avisos de interés público, las comparecencias de las autoridades y la última hora sobre el Covid-19 son de libre acceso para todo el público en nuestra web.
Gracias también a los lectores que nos ofrecen ayuda, a los que participan en las campañas de 'Yo me quedo en casa', y, por descontado, a los compañeros de los distintos departamentos de El Diario por su ahínco, por sus largas jornadas, por aplazar libranzas, por colaborar desde casa estén o no de turno. Esto no son vacaciones, es una emergencia sanitaria y social, y toca bregar como nunca, aunque sea desde nuestra habitación. Pero no olvidemos descansar, que va para largo y hace falta salud. Seguimos en contacto virtual. Buen encierro.
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