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Cada 1 de octubre se suceden las declaraciones y los actos relacionados con el Día Internacional de las Personas Mayores. Se trata de una fecha para el calendario y de un olvido para el imaginario general. Apenas estamos superando la fase aguda de la ... pandemia del covid-19, esa que, además de la crisis sanitaria, ha mostrado una grave crisis de edadismo en nuestra sociedad. En el imaginario, por ejemplo, las personas mayores que han muerto en las residencias han perdido la vida por ser mayores; sin embargo, las estadísticas del Imserso nos demuestran que, en realidad, han muerto por vivir en esas residencias, ya que la tasa de mortalidad en los geriátricos ha sido cien veces superior a la que se ha registrado fuera de los mismos. Es molesto hablar de estos temas, pero es imprescindible hacerlo.
Lo que aún es difícil de ponderar es el impacto en la vida de aquellas personas mayores que hemos sobrevivido a las residencias, a los encierros, a la infantilización por parte de allegados y autoridades, al miedo inoculado con cada informativo, a la pérdida de autonomía...
Sí sabemos que ese impacto ha sido severo. Aunque las personas mayores tenemos mucha más capacidad de resiliencia (la palabra de moda) de la que esta sociedad adultocéntrica nos atribuye, hemos recibido un doble golpe: por un lado, las, al menos, 297 personas mayores que han muerto de covid en las residencias de Cantabria (datos del Imserso hasta el 19 de septiembre de 2021); por el otro, la ausencia de debate político y social sobre lo que hemos hecho (y seguimos haciendo) mal con todas las personas mayores, vivan donde vivan.
Mientras, los colectivos con más capacidad de hacer ruido (en las calles o en los juzgados) han logrado que parezca que el futuro depende de cuántas personas se sientan en una mesa o de cuántas discotecas y hasta qué hora pueden estar abiertas, el presente y el futuro de las personas mayores de Cantabria no es un debate que parezca valioso para las autoridades.
Sabemos del trabajo inmenso de miles de profesionales de la salud, de trabajadoras y trabajadores (insuficientes y mal reconocidos) de las residencias y centros de día, de muchos de los funcionarios de Servicios Sociales con los que interactuamos, pero también sabemos que los esfuerzos individuales solo son una tirita en la profunda herida del edadismo, en la exclusión de los que tenemos más años, de la vida política, social y económica de la región, y en la mirada infantilizadora sobre las personas mayores.
Es hora de que el Gobierno de Cantabria dé un paso decidido y convoque a una comisión mixta con presencia de expertos, de un amplio abanico de departamentos del propio Ejecutivo y de representantes de la sociedad civil para dotar a la comunidad autónoma de una política pública integral, trasversal y ambiciosa, que suponga un quiebre en la deriva asistencialista y precaria a la que asistimos. Esa comisión es necesaria y debe contemplar temas tan variados como los servicios sociales, el urbanismo, el acceso a la educación, la violencia de género contra las mujeres mayores, la falta de participación, la población mayor rural y la escasez de políticas de fijación de su residencia en sus localidades habituales, la pobreza energética en la que viven muchos mayores, etcétera.
En las residencias de mayores de Cantabria no vive más del 4,5% de la población de más de 65 años de la región. Es decir, somos un colectivo diverso, mayoritario (en muchos municipios de la región una de cada tres personas tienen más de 65 años), lleno de capacidades y con voz propia. No hay un solo perfil de persona mayor y, por tanto, no hay una receta única para nuestras necesidades. Sabemos que es más difícil -y más costoso- diseñar y ejecutar políticas públicas trasversales, complejas, de cercanía, pero no hay otro camino. Todo lo demás -que es lo que hacemos ahora- son parches puntuales, ayudas insuficientes a la dependencia, actividades que nos justifican pero que no cubren las necesidades ni los deseos de nuestras vecinas y vecinos.
Las personas mayores seguimos a la espera de buenas noticias que nos tengan en cuenta, que nos permitan participar de nuestro presente, que nos dejen colaborar en la construcción del futuro. Hasta que eso ocurra, el 1 de octubre será solo una de esas fechas para publicar algún reportaje sobre 'Nuestros mayores' y para consolidar el imaginario edadista que relaciona la vejez con deterioro, con soledad, con una especie de periodo extra, con ese «ver pasar el tiempo» tan alejado de la realidad de unas personas mayores que si algo no tenemos es tiempo que perder.
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