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Sientes el viento frío en tu rostro. Son las tres de la madrugada. Colocas tu bufanda y sientes su calor contigo. Acabas de celebrar la cena de Navidad junto a tus compañeros, las copas de champán han bailado toda la noche y las risas han ... sido la banda sonora de la cena. Estás exultante, preciosa, con tu pelo castaño cayendo por tu espalda, estrenas unos bonitos zapatos de tacón y cual diva de Hollywood caminas dueña de las calles. La ciudad duerme. Te sientes libre. Flotas. No quieres ir en taxi, en Navidad las luces te acompañan en tu camino a casa.
Te encantan esas luces. Todo parece mágico. No dejas de mirarlas y sonríes por dentro. Vives tan solo a diez minutos. Disfrutas del paseo. Al girar en la esquina chocas de frente con unos ojos negros que te miran, apenas respondes con tu mirada. Estás cansada, quieres llegar a casa, un cosquilleo de miedo recorre tu cuerpo. ¿Miedo? ¿Por qué sentir miedo? ¿Por qué sientes miedo? Sigues tu camino. Sientes unos pasos. No quieres mirar. El miedo crece en tu interior. La magia desaparece.
Las luces se apagan. Dejas de flotar y tus pasos se agarran fuertemente al asfalto. Agarras el móvil que tienes en el bolsillo. ¿Por qué sientes miedo? ¿Por qué sentir miedo? Aceleras el ritmo y tu corazón se acompasa contigo. Esos pasos cada vez más cerca. Ya ves el portal, casi estás corriendo. Buscas las llaves en tu bolso, las copas de champán no te dejan encontrarlas con facilidad. Sientes una mano en tu espalda. Por un segundo tu corazón se paraliza.
Te arrepientes de no haber pedido un taxi. Te arrepientes de haberte comprado esos zapatos de tacón que no te han dejado correr más. Te arrepientes de haber reído y brindado con champán y que esto no te haya dejado encontrar las llaves más ágilmente. Te giras y ya no ves esos ojos negros, solo puedes mirar una media sonrisa dibujada en su rostro. Deseas gritar, correr, pero tu cuerpo no sigue las indicaciones de tu mente. Allí quieta. Inmóvil. En frente del miedo en cuerpo de hombre. De repente abres los ojos, empapada en sudor, te revuelves en las sabanas. Casi es de día, estás en tu casa, en tu cama, ha sido una mala pesadilla...
Que estos relatos de miedo dejen de ser realidad, que dejen de ser el guion de nuestras pesadillas, que se esfumen para siempre y dejen de formar parte de nuestros pensamientos.
Por una vida sin pesadillas. Porque otro mundo es posible.
Cada vez estamos más cerca de conseguirlo.
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