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Si fuéramos conscientes de lo pequeñitos que somos, de que la tierra gira y gira flotando en el espacio sin que nos enteremos, mientras nosotros la recorremos como si fuera plana dando pasitos vacilantes, no regalaríamos tanto paseo anodino por la vida. Ni tan siquiera ... nos hemos enterado de que un día del pasado mes de junio nuestro planeta giró más rápido que nunca y no lo percibimos. La realidad es que nuestra sensibilidad nos ofrece poca percepción. No nos enteramos de nada, vamos de listillos por la vida mientras dejamos pasar los días y los años sin exigirles. Casi todos transcurren corrientuchos sin mirar alrededor y lo que es peor, sin otra oportunidad porque cada segundo gastado no vuelve y transcurrió a menudo aburrido sin disfrutarlo como merecía.
Si hiciéramos un esfuerzo de comprensión, no nos meteríamos en ningún tinglado, ni daríamos valor a las vicisitudes, ni seríamos tan exigentes con nosotros mismos ni con los que nos rodean. Amaríamos más y seríamos mejores al apostar por la bondad que nos haría más reconocidos y felices.
Es éste un buen momento para estos planteamientos, de observar la vida con optimismo a pesar de los pesares: es el comienzo de un nuevo año, cuyo número acaba en tres, símbolo de armonía universal, número sagrado que combina la unidad con la diversidad que aparece en los criptogramas egipcios y chinos para indicar «mucho», para indicar abundancia. Así de bien nos viene 2023. También fue tres la terminación del sorteo de El Niño, que no está mal para comenzar el año, en el que tendremos tres elecciones: municipales, autonómicas y generales y tres son asimismo nuestros deseos de cambio a tope, je,je... año de esperanza sin límites.
Es además el del centenario de la muerte de Sorolla, el pintor del optimismo, el pintor de la luz, aquel «que no existe pincel que contemple tanto sol», que decía la crítica extranjera rendida a su obra en la Exposición Universal de 1900 en París mientras él, a redoble de tambor, proclamaba desde aquí en tiempos difíciles «me sorprendo de encontrar una España sana, vigorosa, redimible y no tan oscura como nos cuentan», decía ante el escepticismo de Unamuno y de Baroja. Ellos lo veían todo negro en una nación ocre y tristona en su concepto, la de la pérdida de las colonias y plena de analfabetismo de finales del siglo XIX y principios del XX.
El optimismo de Sorolla podía con todo esto para admiración del mundo que reconoció su obra en vida, lo que no está nada mal a pesar de su crítica al expresionismo de moda, que no fue obstáculo para que Monet o Degas, con generosidad, reconocieran su luz y su arte más tarde refrendado en Nueva York. Por encargo allí de la Hispanic Society, poderosa en aquel entonces, que se lo pagó muy bien en dólares, recorrió esta España nuestra 'de cabo a rabo' hasta la extenuación en tren, en coche, en burro y a pie para recoger escenas costumbristas de lo que se convertiría en 'Visión de España', un reto descomunal nunca antes emprendido por un artista.
Pero desde luego lo singular del análisis del pintor sobre la España real es lo que más puede llamarnos hoy la atención, un siglo y pico después. Parece increíble coincidir de esa manera y suscribir sus palabras adaptándolas a este momento, también confuso para nuestra unidad, también complicado en lo económico, también inestable en lo social y con incertidumbre manifiesta ante la llegada a nuestras vidas tras la pandemia, que bastante debilitados nos dejó; de momentos de tensión en Europa, en el mundo y en España que no son fáciles de manejar y cualquier paso en falso o cualquier fricción podría provocar reacciones pavorosas.
Decía el pintor valenciano: «Lo defectuoso de nuestro país es lo oficial, no el pueblo. Bastará para redimirlo con barrer la suciedad de las esferas gubernamentales, de la gestión administrativa. El pueblo solo quiere vivir», sentenciaba el artista de origen humilde que receló de los homenajes y de los banquetes, que fue tan hábil para los pinceles como astuto para los negocios y que entendió muy bien los gustos de una época difícil. «Hay que vivir con fe optimista hasta la locura», señalaba.
Así nos sentimos hoy nosotros al comienzo de un nuevo año que amanece venturoso al enterarnos además en sus primeros días de que la capa de ozono se está recuperando y de que Tamara se ha reconciliado, ¿qué más se puede pedir?...
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