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El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, intenta recomponer y recuperar su posición en Oriente Próximo con su visita a Israel, Cisjordania y Arabia Saudí donde, además, participó en una reunión del Consejo de Cooperación del Golfo que le permitió encontrarse con otros líderes ... árabes. Recuperar la confianza perdida en este entramado de intereses no va a resultar sencillo y no basta con algunos programas de ayuda.
La autosuficiencia energética norteamericana gracias al 'fracking' y los problemas económicos agravados por las guerras en Afganistán e Irak impulsaron el cambio de atención de Washington hacia el Indopacifico, al sudeste asiático donde había girado el eje de la economía mundial con China como principal adversario por la hegemonía. Una lucha en el terreno económico, comercial y, sobre todo, en el ámbito tecnológico digital y de telecomunicaciones. En los últimos tiempos también en el ámbito militar donde China ha incrementado notablemente su presupuesto. Y la complejidad de un mundo convulso se complica todavía más con la confrontación con Rusia tras su invasión en Ucrania.
En Israel, Biden ha certificado el apoyo norteamericano a su seguridad, en un momento de cambio esencial tras la firma de los acuerdos de Abraham entre Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán con el antiguo enemigo. El entendimiento entre árabes e israelíes frente a los radicales chiíes de Irán representa una nueva era en la región. Y se completa con la visita a la Autoridad Nacional Palestina con un programa norteamericano de ayuda por valor de 315 millones de dólares. El gran conflicto pendiente se mantiene, entre otras cuestiones, por el apoyo iraní a Hamás en Gaza, lo que mantiene la división entre los palestinos.
Tendremos que esperar para comprobar si Biden ha conseguido acercar más a sus dos grandes aliados en la región para actuar contra Irán. Arabia Saudí permite ahora a Israel el sobrevuelo de su espacio aéreo, pero no irá más allá. De momento. La atención mediática se centró en el saludo con los puños con el príncipe heredero y hombre fuerte del país, Mohamed Bin Salman, a quien ya se le reconoce los pasos relevantes que se han dado hacia la modernización de la sociedad, las relaciones multilaterales y el papel clave que juega en el mundo del petróleo ahora que los mercados necesitan más producción para equilibrar las sanciones a Rusia. Bin Salman solo concedió aumentar un poco la capacidad de producción a 13 millones de barriles diarios. Ya veremos si realmente incrementa la producción y lo defiende en la próxima cumbre de la OPEP.
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