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De los dos genios del arte español del siglo XX, Dalí y Picasso, sólo el malagueño aceptó un encargo político conocido. La república buscó una obra que diera a conocer el drama de las bombas en 'Guernica'. Aquel encargo tuvo la suerte de ... encontrarse con el arte verdadero; a pesar de que política y arte suelen ser incompatibles. ¿A qué artista le gusta ser manipulado?
La materialidad del 'Guernica' pertenece a las cumbres de la pintura. En él sobresale su fuerza. Los sonidos también, porque el 'Guernica' grita desde su tamaño gigantesco. Está tan sobresalientemente bien hecho, que sin esa cualidad podría haber sido sólo un cartel más de propaganda política. Pero este cuadro ha entrado en la historia; en esa espiral inacabable de asombro que empezó en Altamira.
Para el eminente historiador Gombrich: «Hay arte cuando algo está tan superlativamente bien realizado que hasta olvidamos qué es de tanto como admiramos cómo está hecho». Definida así, la obra de arte está conectada con nuestros gustos personales. Pero el Arte, con mayúsculas, quintaesencia y exprime nuestro ser colectivo a lo largo de milenios. Y al final siempre quedan como hitos de la civilización las obras auténticas.
Otra cosa es el gustar de la obra artística en cada coyuntura. O si es arte cualquier obra que guste a muchos. Hablar de esto es el papel de los críticos. La fragilidad de su oficio está unida a lo movedizo del momento.
El historiador lo tiene más fácil porque encaja todo desde la perspectiva que da el tiempo. Escribe sólo cuando las modas, las pasiones, la política, e incluso los artistas, ya han pasado. Un cuadro como el 'Guernica' pertenece a la Historia del Arte, una vez decantadas ya las adherencias de su nacimiento. La parte velazqueña del alma picassiana necesitaba casi siempre la abstracción difícil de un lienzo. No necesitaba alterar un edificio previo. Y pocos edificios hay más limpios, sencillos y expresivos que un faro. Y nada les altera más que convertirles en una coloreada atracción para selfies. Picasso no pintó nunca sobre un faro porque sabía muy bien qué era arte. El artista verdadero no vocifera ni destroza lo previo. Y aún menos es palabrón contra quienes critican sus errores. Alrededor del faro de Ajo ha habido ambas cosas.
Los políticos de la república que encargaron el 'Guernica' sabían qué era Arte. Eran otros tiempos menos corrompidos por la banalidad que los actuales. De por qué se ha llegado tan bajo hablarán los historiadores futuros. Y, cuando ese tiempo llegue, tal vez quede por los suelos el descaro de embadurnar edificios públicos protegidos para travestirlos en panfletos turísticos.
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