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«Se va todo, se nos va todo» ('Ausencia', de Gabriela Mistral). Se nos va todo en busca de lo desconocido otra vez, como ella decía. Es todo tan confuso que ya no sé si estamos en el quiosco de la utopía comunista (cómic) o ... en la democracia asesinada de Francoise Berdah (ensayo). Infinita generosidad en la Tansición para esto. Es increíble observar la malversación de tanto esfuerzo a pesar de las lecciones que nos dio la historia:
Desde la Constitución liberal de Cádiz (marzo, 1812) o mejor, desde su derogación (mayo, 1814), no tuvo España sosiego: asesinatos de jefes de Gobierno, monarquías, repúblicas, dictaduras, guerras, tensiones separatistas enloquecidas y miserias. Todo en plural, en una coctelera convulsa de más de 200 años de sinvivir.
Sin embargo, en un momento dado, surgieron en fecha y ambiente idóneo (padres agotados con hijos entusiastas y libres), las personas idóneas. Fue un empujón decidido para abrir puertas, quizá con fuerza, de la misma mano divina que más tarde y por otros motivos habría de derribar el Muro de Berlín.
Un mundo y una esperanza nuevas conducido por dos personas irrepetibles con un inmenso amor a España y de gran inteligencia y liderazgo: uno, Juan Carlos I y otro, Adolfo Suárez. Uno representaba la jefatura del Estado y la monarquía constituyente que habíamos votado en referéndum y, otro, con camisa azul a un lado, a un Gobierno constituyente y la UCD, partido formado por una suerte de generosos profesionales dispuestos a ayudar un ratito en lo que fuere. Y ambos bajo el yugo de fidelidad mutua tiraron del carro, cargado de fragas y de carrillos, de felipes y guerras, de camachos y redondos y de muchas ilusiones y generosidad, con Pactos de La Moncloa, dirigiéndose resueltamente a Europa donde, al fin, después de muchos olvidos, nos estaban esperando.
Esa fue la historia sucintamente contada. Una conmovedora y triunfante travesía con piedras en el camino: asesinatos de Atocha, crímenes de ETA ... y varios brutales argayos, que reconocemos por sus malditas fechas -23-F, 15-M...-. Pero todo se fue superando en una España ilusionada de aquellos luchadores que ahora mismo se están despidiendo estupefactos observando cómo sus hijos y nietos están a punto de tirarlo todo. ¡Qué sabrán algunos de ellos! Cegados de resentimiento y revisionismo, rememorándolo todo a través de una ley innecesaria de memoria democrática o chapuceando la ley de amnistía para hacer visibles los crímenes y desmanes de un bando, olvidando intencionadamente al otro, de una guerra fratricida, que permanecía en nuestra memoria silenciosa... Y nosotros, los ciudadanos, una vez más pillando moscas.
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