Rubiales y el amor

Es el mismo tipo de amor, tembloroso y fronterizo con el miedo, que suelen mostrar los políticos. Ahí está Yolanda Díaz. Practica la vicepresidenta un feminismo a tiempo parcial, guadianesco, que a veces se esconde en el subsuelo y a veces aflora majestuosamente, como en cascada. Se pasó semanas enteras sin decir una palabra sobre los efectos dañinos de la ley del 'solo sí es sí', ocultándose, cambiando de tema, huyendo de los periodistas, hablando solo de cosas chulísimas, votando que no a su reforma pero siempre de tapadillo, escurriendo el bulto. Ahora doña Yolanda ha encontrado por fin un asunto sin sombras en el que exhibir plumaje feminista y ya está reclamando con enorme severidad la destitución de los seleccionadores, del utillero y hasta del encargado del césped.

Y luego está la FIFA y sus elevados estándares éticos. Al parecer, según su reglamento, dar un beso no consentido es motivo de bochorno público y expulsión, pero tener legalmente sometida a la mujer solo es un simpático rasgo de diversidad cultural que no debe impedir la concesión de un Mundial. Sobre todo si hay muchos dólares a cambio, y ese sí que es un amor verdadero.