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Aunque no nos ocupemos de la política, tarde o temprano la política se ocupará de nosotros. Y será capaz de hacerlo hasta para estropearnos el paseo a la playa para darnos un baño. Todo por culpa de esas irracionales leyes no escritas de la gestión ... de la cosa pública donde hay que mantener encendida la llama del enfrentamiento, cueste lo que cueste.
En esa dinámica de pescadilla que se muerde la cola, entre grupos de oposición que siempre critican al gobierno por hacer cosas, por muy beneficiosas que éstas resulten, y gobiernos que no admiten proyectos ni sugerencias de la oposición, aunque sean para mejorar nuestras vidas, la alcaldesa de Santander y la delegada del Gobierno en Cantabria han decidido practicar otra de esas modalidades indeseables con tendencia a vicio que es el enfrentamiento entre gobiernos que, obligados a actuar, no hacen nada mientras se lavan las manos con el espumoso y resbaladizo jabón de exigir que lo haga el otro.
Mientras que Badajoz, que no tiene costa, sigue renovando la calidad de sus playas izando sus banderas azules, Santander, en sus tiempos «novia del mar», va a tener que arriarlas como rabo entre las piernas de una derrota paisajística y turística que también debería prolongarse hacia la ineptitud de ambas gobernantas.
A falta de pocas semanas para que se inicie el verano, no se me ocurre mejor bandera para colocar en las playas santanderinas de la bahía que la de dos mujeres rampantes y enfrentadas, enseñando los dientes y separadas por la franja del espigón de la Magdalena. Sería la identificación idónea para esas playas abandonadas al arbitrio de gobiernos inútiles que prefieren enfrentarse a sus rivales políticos antes que buscar entendimientos y soluciones, que es lo que deberían hacer doña Gema Igual y doña Ainoa Quiñones, antes de que alguien comience a bordar esa nueva bandera de playas en vías de extinción
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