Plaza de las Cervezas

Con Floranes al norte, San Fernando al sur y la plaza de Numancia al este, figura en el actual callejero santanderino, por donde arranca el paso subterráneo que se traga los vehículos bajo la peatonal calle Burgos.

Antes de su desaparición, glosé el complejo cervecero en «El arco pseudomudejar de la Cruz Blanca». Columna testimonial que del periódico pasó a «Aires de Santander» (Calima, 1995). Donde lleva una ilustración de Marnay. De la puerta pseudomudejar ya quedó entonces apuntado que se debía salvar, «no tanto por lo que vale cuanto por lo que representa». Y las Autoridades, como de costumbre, a lo suyo, ajenas a todo clamor ciudadano. Las palas mecánicas la emprendieron a golpetazo limpio contra el edificio. Implacables, avasallaron paredes, arramblando con cuanto había dentro, sin reparar en su valor material, documental y sentimental. Todo lo cual testimoniado fue en una nota que, nostálgico, recupero: «Las generaciones de santanderinos que mañana sucederán a las actuales tienen derecho a saber que aquí hubo una fábrica de cerveza que enseñoreó el nombre de Santander por toda España».

Quienes hoy disfrutan la resultante plaza es la juventud entonces previsoramente intuida. O los hijos de los hijos con sus hijos. Que el tiempo corre que es un primor.

Lo que, hoy en día, se ve paseando por el lugar son bloques de vecindad, una plaza con infinidad de bares y cafeterías. Y animación hasta las tantas. Con gran satisfacción de los del ramo de Santa Marta, los hosteleros, y gran disgusto de los vecinos. Quienes se quejan de no poder conciliar el sueño, viviendo en un continuo sinvivir nocturno.