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Las manifestaciones de protesta contra las medidas de covid cero adoptadas por el régimen de Xi Jinping se han extendido en las últimas semanas por distintas ciudades de China, con expresiones que denunciaban inicialmente los confinamientos y sus consecuencias para acabar reclamando libertad, democracia y ... hasta la dimisión del líder recién reelegido en el XX congreso del Partido Comunista. Esas políticas, aplicadas en un primer momento en Wuhan, la región en la que surgió el virus, fueron la respuesta concebida por el Gobierno de Pekín y desarrollada parcialmente en otros países asiáticos para atajar la pandemia. Una respuesta que solo podía darse mediante una suspensión estricta y prolongada de la libre circulación bajo un sistema autoritario y con un poder centralizado, pero que atendía sobre todo a las notables carencias sanitarias que esa crisis evidenció en un gigante que no ofrece ni de lejos la universalidad de servicios que predican sus autoridades. Y que, aun contando con mecanismos de coerción implacables junto a una cultura colectivista muy arraigada, tampoco ha sido capaz de poner en práctica planes de vacunación eficaces mantenidos en el tiempo.
Si 33 meses después de que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia China continúa atajando la transmisión comunitaria de sucesivas variantes del virus mediante la reclusión domiciliaria o el encierro en lugares de trabajo es porque una buena parte de su población sigue siendo vulnerable a infecciones con graves consecuencias. Porque su sistema de salud no puede siquiera paliarlas y en ningún caso contenerlas. Demostrado que el tránsito a un capitalismo que en gran medida es 'de Estado' no podía preludiar la democratización y que la conversión del país en la segunda economía del mundo ha ido acompañada de un desarrollo desigual, las protestas de las últimas semanas atestiguan que es muy difícil gobernar a base de imposiciones sobre una población de 1.400 millones de seres humanos.
Es imposible perpetuar un sistema de poder basado en la conculcación de derechos cuando la información circula como lo hacen también las variantes del covid-19, sin que Xi Jinping pueda establecer barreras infranqueables. Los folios en blanco -un color que simboliza la censura- exhibidos por miles de manifestantes representan un desafío al régimen impensable hasta ahora y confirman que algo se mueve en el gigante asiático.
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