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En su libro 'La idea de la justicia' (Madrid, Taurus, 2010) el profesor indobritánico Amartya Sen, Nobel de Economía 1998, sostiene que una democracia no requiere solo virtuosismo jurídico, es decir, una buena arquitectura institucional, sino también la generación de los valores que la ... sustentan y unos medios de comunicación que los promuevan. Es decir, no basta con prevenir la enfermedad del abuso de poder mediante una vacuna jurídica, como los deberes de transparencia, los contrapesos institucionales y demás, sino que es necesario todo un calendario vacunal dirigido a la realización práctica. Sen lo explica mediante la distinción en la teoría india del derecho entre 'niti', el deber formal e institucional, y 'nyaya', que es la ejecución práctica de la justicia, es decir, la toma en consideración de las consecuencias. En su mitología del 'Bhagavad-Gita', se contraponen el consejo de Krishna de ir a la batalla caiga quien caiga y la angustia de Arjuna, el invencible guerrero, al poner tantas vidas en peligro.
Viniendo de un economista que conoce de cerca la experiencia del país más poblado del planeta y que se ha codeado con la vanguardia del pensamiento global como profesor en Oxford, Londres y Harvard, seguramente no estamos ante meras especulaciones, sino ante cuestiones importantes del presente. Acaso el 'niti' de nuestras normas administrativas cumple muchos deberes e ideales institucionales, pero su 'nyaya' es a menudo defectuoso. Por ejemplo, el fin de la concesión de Costas ha obligado al gran chef cántabro Óscar Calleja a hacer las maletas e instalarse con su equipo de nivel Michelin en Salamanca. Por ejemplo, el riesgo de interpretaciones 'niti' de las normas ambientales y territoriales hace que muchos funcionarios y oficinas tiendan a emitir informes defensivos (de sus personas y patrimonios) ante probables querellas judiciales. Con ello se frenan y a veces se anulan proyectos que cualquiera consideraría razonables, legítimos y que darían de comer a muchas familias.
En general, todo lo que tiende a una administración ultraortodoxa, es decir, de inflexible interpretación rigorista de las normas, acaba en una especie fosilización social como el Imperio Romano a partir de Diocleciano. Que por faltar un papel se hayan anulado iniciativas como la depuradora del Saja-Besaya o el Plan General de Santander será jurídicamente perfecto, no soy quién para dudarlo, pero tiene que ver con una idea filosóficamente razonable de lo justo como un huevo con una castaña. La consecuencia es moralmente desproporcionada con la causa. La diosa no puede tirar su balanza por encima de la tapia, ni los pecados menores merecen la permanente no revisable. Así que sería bueno modificar en las Cortes cierta legislación, para que cupieran en derecho interpretaciones más pragmáticas. Más 'nyaya', más atención a la consecuencia en el mundo.
El margen de interpretación es fundamental, no accesorio, a la hora de una decisión justa. Recuerden el caso del franciscano que salía disgustadísimo de su entrevista con el Papa, porque este le había prohibido fumar mientras rezaba («rezar es una cosa muy seria y no se pondrá usted a distraerse con un pitillo, hijo mío»), y del jesuita que salía encantadísimo, porque el Sumo Pontífice le había autorizado a rezar mientras fumaba («todo momento es bueno para orar, hijo mío»). Fumar es malo, nos dice el neumólogo con buenas razones, pero ustedes me entienden la parábola: lo que es justo o no, a veces, depende de cómo somos capaces de describir la situación. Ello no significa que haya un coladero para el «cuéntelo como quiera y luego haga lo que le dé la gana», porque eso sería el fin del estado jurídico, pero entre esto y el ultrapuritanismo de la administración y la sociedad queda una importante conversación sobre el problema de la aplicación. Siempre se dijo el summum ius, summa iniuria, o, traducido, que la aplicación extrema de la norma suele ser injusta, es decir, contradice el propósito por el cual se crean las leyes.
El 'niti' nos dejó sin Autopista Dos Mares, sin plan eólico, sin carretera Reinosa-Potes, y muy posiblemente nos deje sin tren con Bilbao, en caso de que Disney lo haya incluido en su mundo de ilusión tras quitar 'Peter Pan' del catálogo para infantes tiernos.
«Perdida la inocencia, queda la virtud», decía el filósofo e historiador liberal napolitano Benedetto Croce. Pero la virtud no puede ser una reconstrucción burocrática de la inocencia, por la que esta se garantiza reglamentariamente y con lecturas literales de la Biblia, sino aquello que los griegos llamaron 'sofrosine' y los romanos 'prudentia'. Así, cuando una sentencia favorece a unos repartidores que figuraban como falsos trabajadores autónomos, no es tanto un 'niti', que sería discutible hasta el infinito del formalismo jurídico, cuanto un 'nyaya', una aplicación a lo que realmente es la dinámica de ese trabajo.
Una idea interesante de Amartya Sen, en parte tomada del filósofo neoyorquino Thomas Nagel (el de 'Cómo es eso de ser un murciélago', quizá el mejor título de un ensayo en todo el siglo XX), es que, más que querer construir un estado perfectamente justo, conviene empezar por erradicar lo que son injusticias más patentes. En nuestro caso, puede que no sea fácil trazar una política económica regional que logre el pleno empleo, pero es imperdonable que no se concentren esfuerzos en las personas mayores de 45 años que llevan en paro mucho tiempo, en un momento muy delicado de la hoja de ruta profesional y familiar, con menos igualdad de oportunidades para sus hijos, y que serán jubilados pobres mañana, para desgracia suya y de Cantabria.
El argumento en todo esto es una buena paradoja. El pragmatismo, que parecería una injusticia simpática, es la verdadera aplicación de la justicia. Aprovechando lo del covid, habría que vacunar al personal también contra el virus filosófico del 'niti'. El grupo más vulnerable y prioritario es el de quienes ejercen los poderes de la administración en todos sus niveles, no solo políticos. Necesitamos los anticuerpos 'nyaya'. Devolvamos a Krishna a su 'Mahabarata', pues, en efecto, aquella noción de lo justo es solo una mitología de lo justo.
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