Políticas no renovables

El caso de la energía eólica es bochornoso. Solo un 0,2% de la potencia eólica instalada en España es cántabra. No será por falta de viento; yo voy siempre despeinado. Así que la generación del dios Eolo en La Montaña fue solo en 2017 una brizna del total nacional. Y eso que iba a ser la palanca de nuestro cambio de modelo productivo allá por 2003.

En potencia hidráulica somos los terceros por la cola, con un 0,8% que mejora solo a La Rioja y Murcia. Claro, que si hubiera agua en Murcia para hacer embalses sería la bomba. En cuanto a generación hidráulica efectiva en 2017, fuimos cuartos por la cola, porque la sequía impidió a Madrid aprovechar sus pantanos más.

Y aún podríamos aplaudir nuestro perfil de agua, porque en solar fotovoltaica solo Asturias está por debajo de nuestra ínfima potencia, comparada con los cielos encapotados de Galicia o País Vasco, que por alguna razón producen mucho más. Solar térmica, directamente no tenemos. Y mejoramos un poco en eso que llaman 'otras renovables', pero que en realidad tiene trampa, porque supone quemar cosas, lo cual produce materialmente gases contaminantes: biogás, residuos, biomasa. Aquí hay que hacer el cálculo de las ovejas que entran (humo de lo que se quema) por las que salen (otras energías que se dejan de usar). He perdido esa fe.

En definitiva, en transición ecológica de la producción energética, panorama funesto en Cantabria. Lo que no puede ser renovable es la clase de política responsable de este desatino. Quince años presumiendo de ecologismo para presentar como balance estas cifras no es de recibo.

Ahora, si quieren, hablemos de los espigones, que le manda… megawatios.