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Por lo general, los políticos tienen más cara que espalda. Y la cara, más dura que el cemento armado. No conformes con apesebrar fotógrafos de ... cámara y jefes de prensa en plan 'cantores de gesta', en los actuales tiempos prolifera a ojos vista una especie nueva. La del político metido a comunicador. Usando y abusando de todo medio a su alcance, el político-comunicador se manifiesta en Facebook, Instagram, Twiter, etcétera. No saber hacer una O con un canuto ya no es problema. Los medios de comunicación de masas han convertido a todo dios en escribidor. El político al loro saca partido de toda ocasión. Si en su demarcación sale un talento natural de esos que baten records de velocidad o que marcan goles con los ojos cerrados o pasan más bolas sobre la red que el contrario, al punto toma partido por el sobresaliente deportista a quien cinco meses antes de triunfar por nada del mundo habría recibido en su enmoquetado despacho. Mas, triunfante ya el paisano, le da todo el jabón del mundo, resaltando en su persona todos los valores patrios. Es de aquí, de los nuestros, porque nosotros somos así de machos, de veloces, de habilidosos, de sobresalientes, de mayúsculos, de sabios, de inteligentes... No es de descartar que en estos momentos ande por ahí, pendiente de aflorar, un Seve Ballesteros, un Induráin, un Nadal, un Gasol, un Joselito, una Caballé, una Concha Espina, un Quevedo... A esperar toca. Que despunte. Y entonces se hablará. Que, en España, es donde mejor se aplaude al aplaudido y se triunfa al triunfado y donde mejor se sabe enterrar. Aquí, para merecer el honor de un premio hay que andar con bastones, la boca sin dientes y el lomo doblado. Y para merecer el honor de una calle, hay que morirse bien muerto.

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