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Uno de los políticos de la primera hora autonómica, entonces de peso y hoy retirado, justificaba la necesidad de que Cantabria contara con un alto ... número de diputados por el volumen de trabajo que suponía el nacimiento de la comunidad. Todo era nuevo y parecía aconsejable fijar en treinta y cinco los representantes en la Asamblea Regional. Se partía de cero, la experiencia era nula y muy compleja la labor legislativa, aunque, según razonaba, una vez consolidado lo más importante, los escaños podrían reducirse de un modo significativo desde la segunda o la tercera legislatura. Bastaría una decena de diputados para gestionar el día a día. El análisis es simplista, demagógico y posiblemente equivocado, pero la moraleja consiste en que la clase política jamás suelta una presa cuando consigue atraparla. Hay muchos sueldos innecesarios que mantener y gente afín a la que colocar.
El Estatuto de Cantabria -modificable, como cualquier norma jurídica, siguiendo los mismos pasos dados para su aprobación- establece una horquilla de entre 35 y 45 diputados en la composición del Parlamento. El sinsentido actual de tanto legislador para una población tan reducida se manifiesta claramente si lo comparamos con otras autonomías. Ninguna de ellas, excepto La Rioja y Navarra, y con Extremadura a la par, alcanzan cifras similares en relación al número de residentes. Andalucía, por ejemplo, tiene unos 8,5 millones de habitantes y 109 diputados, por lo que la consecuencia de aplicar ese porcentaje a la Cantabria de 0,581 millones nos da como resultado unos ocho diputados en la Cámara de la calle Alta. Si imitamos a Cataluña, el número se elevaría a diez; a once, si nos fijamos en Madrid, y a veinte si el modelo es el del País Vasco.
Treinta y cinco diputados parecen excesivos en esta pequeña y empobrecida autonomía, aunque todo lo relacionado con la política es desmesurado en Cantabria. Lo son sus 102 municipios -hay un alcalde para setenta vecinos y catorce más en ayuntamientos de entre cien y cuatrocientos habitantes que manejan presupuestos ridículos- y lo son los 1.036 concejales de la comunidad. Siguiendo la extrapolación y las cuentas de andar por casa, y puesto que la superficie de Cantabria es de 5.321 kilómetros cuadrados, en cada cinco de ellos aparece un concejal. La reducción del número de diputados y adláteres, alcaldes y ediles, y el agrupamiento en comarcas con el fin de optimizar recursos y gastos son medidas razonables que nunca se acometerán. No hay político en Cantabria que se atreva a tocar este asunto, o le interese, por concluyentes que sean los datos.
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