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Un informe de la Unesco revela que en el mundo existen cerca de siete mil lenguas pero con un uso muy desigual y añade que el 40% están en riesgo de desaparecer, la mayoría indígenas. La sustitución por otra lengua, el cambio lingüístico, la pérdida ... de prestigio social o la represión violenta son las causas de extinción, si bien desde hace siglos hay lenguas al borde de la aniquilación que se mantienen vivas como el judeoespañol (sefardí o ladino) que a pesar de haber perdido millones de hablantes, muchos durante el genocidio cometido contra este pueblo durante la Segunda Guerra Mundial, y de su dispersión por el mundo resiste por el empeño de la comunidad sefardí.
La supervivencia y expansión del español (originariamente castellano) hasta la situación actual no ha sido un camino de rosas; durante los mil años de existencia ha recibido adhesiones inquebrantables pero también odio y rechazo. Adquirida la condición de lengua (Nebrija publicó la primera 'Gramática de la lengua española' en 1492), durante el reinado de los Reyes Católicos el español comenzó su propagación por los territorios reconquistados y por América mediante un proceso rápido, aunque desde distintos estamentos se la tachó de lengua imperialista.
En el siglo XIX, con el resurgir de los nacionalismos, la oposición al español se intensificó en países hispanoamericanos y entre los nacionalistas españoles con el argumento de que una lengua hace un país, una falacia porque hay países con más de una lengua oficial y otros sin una propia. También lo es la imputación imperialista, pues según el sociolingüista Lodares «El español no ha sido lengua oficial hasta la Segunda República […] El español ha estado siendo lengua de gobierno durante siglos sin que apareciera taxativamente dictado por ley. Se diga lo que se diga, era un uso lingüístico sobre el que en ocasiones se dictaban normativas –porque era la única lengua general del país– con el fin de facilitar de paso el trato de personas y la circulación de mercancías, no por prurito de molestar a nadie que no la hablase».
Fueron otras circunstancias las que lo impulsaron como el ser una lengua permeable a recibir influencias de otras en contacto (incluidos el catalán, euskera y gallego); el que durante los siglos XVI y XVII se convirtiera en una lengua «de moda» en las cortes europeas; el que desde el Siglo de Oro viene ocupando un destacado lugar en la cultura y el pensamiento universales (Freud lo aprendió para leer 'El Quijote'); y en que fue, sobre todo, una lengua para el comercio. Lodares lo expresa al referirse al español en Cataluña en el pasado: «El hecho de que la industria catalana produjera tradicionalmente bienes para un mercado, nacional y colonial, que hablaba español, ha creado vínculos de solidaridad de clase que han sido siempre favorables para la lengua común: la burguesía catalana, sin dejar de hablar catalán, ha entendido que su primer interés era entenderse en español. La lengua con la que se hacía dinero con el resto de la burguesía nacional. (…) La industria, el comercio y las finanzas apostaron por el español. Podría decirse que esta situación se prolonga desde los años de Carlos III hasta principios del siglo XX». Algo semejante sucedió durante la independencia de los países hispanoamericanos: las naciones creadas adoptaron el español como lengua oficial para entenderse entre ellas puesto que sus lenguas indígenas eran muy diferentes.
Mientras, en España, en el siglo XXI, el español sufre el acoso nacionalista que pretende su extinción aunque sin mucho éxito. Las encuestas realizadas en varias comunidades bilingües sobre el uso hablado de las lenguas desvelan que el empleo del español supera al de las lenguas cooficiales. Resulta muy significativa la del Ayuntamiento de Barcelona, muestra que la mayoría de los jóvenes barceloneses prefiere hablar español, y la razón no ofrece dudas: es el único espacio libre en el que no sienten la represión lingüística impuesta por la administración nacionalista catalana que anuncia acciones para reparar una ofensa tan humillante. ¿Propondrá la creación de 'comisarios lingüistas' en la calle para vigilar que no se hable español sino catalán como los que operan ya en algunos organismos oficiales? Sería inútil, las lenguas fracasan cuando se intenta imponerlas, «no se pueden poner puertas al campo» como D. Quijote advirtió a Sancho en ocasiones. Y el campo del español no tiene fronteras: lo hablan 496 millones de personas, es la segunda lengua maternal del mundo, lengua oficial en muchas naciones y organismos internacionales, se estudia en decenas de países, en las redes sociales e internet crece sin parar..., además abre un extraordinario futuro a los catalanes que perseveran por pertenecer al universo panhispánico. Por eso, nacionalistas, no sigan por la senda de la imposición y represión, aprendan de su propia historia, las lenguas no entienden de política.
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