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El término populismo se suele usar en contextos muy diferentes sin precisar una definición clara de su significado. Según la RAE, es una «tendencia política que pretende atraerse a las clases populares». Se ha llegado a aplicar en el ámbito religioso para calificar a la ... teología de la liberación o teología del pueblo, y hasta el propio papa Francisco ha sido calificado como populista. Populismo, originariamente, fue el nombre de un movimiento republicano surgido a finales del siglo XIX en el Imperio ruso con el fin de reemplazar la monarquía por una democracia. Ni antes, ni después, ningún otro movimiento en el mundo se definió como populista. El populismo hoy, puede considerarse como una herramienta multiuso que desde hace tiempo vienen manejando todos los partidos políticos de cualquier color, para lograr sus propósitos.
Pero aquí solo voy a analizar la obsesión que tienen las izquierdas radicales españolas, por atacar grotesca y violentamente a la religión cristiana. Creen que sus dogmas son aberraciones mentales y las prácticas piadosas, hábitos de vida inútiles, que deben ser borrados de la faz de la Tierra. En consecuencia, haciendo gala de la libertad de expresión y de acción, atacan y se burlan de toda manifestación pública y privada de piedad religiosa. Filosóficamente considerado este panorama, debemos tener en cuenta varios factores intelectuales y éticos, para emitir un juicio razonable:
-Que las religiones, sean cuales sean, son un hecho consustancial a todo el género humano y que, mientras no incurran en fanatismos subversivos deben ser respetadas. Afortunadamente, la Iglesia Católica, como institución, desde hace ya décadas, viene dando ejemplo de tolerancia, mansedumbre y comprensión, a pesar de los escándalos puntuales de algunos de sus miembros, como ocurre con todas las instituciones sociales de cualquier tipo político o religioso. Y por supuesto, muy lejos del fanatismo sanguinario de tiempos pasados.
-Que las creencias dogmáticas, referentes a una posible vida de ultratumba, han existido siempre y existirán hasta la consumación de los siglos, porque son instintos de nuestra naturaleza. Por tanto, quienes pretendan borrarlas de la sociedad, perderán el tiempo miserablemente. De donde se deduce que, todos los ataques que vienen protagonizando algunos grupos populistas a la fe cristiana, no solo son inútiles, sino que producen el efecto contrario.
-La fe religiosa de cualquier credo, de entre los muchísimos que existen en el mundo, ni se pierde, ni se encuentra, ni se infunde por gracia divina a ningún ser humano, simplemente, se nos ha imbuido desde la cuna, sin otra opción que la de asumirla sin rechistar, llegando a conformar nuestro propio ser, de tal forma que, casi la mayoría de todos los españoles de las pasadas generaciones, no podrán jamás dejar de ser creyentes.
-También es cierto, que la inteligencia humana ha evolucionado de modo asombroso, científica, filosófica y éticamente hablando, en estos últimos tiempos, de tal forma que hoy, «El tribunal supremo de la inteligencia humana, afirma rotundamente, que la existencia o inexistencia de un Dios, con los múltiples atributos que nos ofrece 'la carta' universal de todos ellos, es indemostrable».
Pero también es muy cierto, que en el ser humano existen dos realidades muy diferentes: la física visible y la mental invisible. Y esta última, con sus tres potencias: memoria, entendimiento y voluntad, en cuyo ámbito juega un papel importante la fantasía. Ésta, crea a discreción, cuantos dioses le conviene, y los adorna con dogmas, con ritos y con un código moral. Así se ha cubierto de religiones el mundo entero. Esto es un hecho indiscutible, que nadie absolutamente puede negar. Cada ser humano puede creer lo que le venga en gana, siempre y cuando respete a los demás.
Por tanto, si las izquierdas populistas españolas atentan contra el derecho moral de quienes creen en Jesucristo y su doctrina, cometen un delito de lesa humanidad. El progreso actual no va por ese camino. Y debo advertir de que no trato de hacer apología del catolicismo, porque yo no profeso ningún credo. No obstante, amo a la Iglesia, entre otras razones, por su gran gesta histórica de bondades, pese también, a sus grandes errores. Y porque «el creer o el no creer, / esa ya no es la cuestión, / la cuestión hoy debe ser, / tolerancia y compresión», si queremos un mundo mejor.
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