Prepararse

Europa occidental, pues, deberá realizar un esfuerzo todavía mayor de acogida e integración. No sería justo cargar todas estas tareas sobre Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumanía, que no están entre los países más prósperos de la Unión. Los candidatos naturales somos los bálticos, los nórdicos y los latinos, más Alemania; porque es en nuestros estados donde el pulso demográfico es más débil y el envejecimiento crece.

Si España recibe unos 700.000 ucranianos, a Cantabria le corresponderían 7.000. Cifra grande, pero no inasumible y en la que convendría ya empezar a pensar, en términos de alojamientos primero temporales y luego definitivos; programas para la enseñanza de la lengua y cultura española; integración profesional y laboral (no fácil en una región con 37.000 parados); y asignación de servicios sanitarios, sociales y demás. Lo lógico es que acabasen teniendo una especie de doble nacionalidad, como la que existe con naciones hispanoamericanas. Rusia se irá de Ucrania cuando la ciclotimia de su disparatada dirigencia genere otro líder con mejor concepto del ser humano. Eso puede tardar.

El acogimiento tiene dos aspectos. El primero es incondicionado, ético. El segundo es una inversión: nuestra comunidad se fortalecerá con nuevas vidas deseosas de demostrar lo que valen en libertad. Hay que aprender de los métodos alemanes para la crisis siria. Todo está inventado.