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Hay muchas cosas que el género humano todavía no tiene claras y el conocimiento de ellas debe ser un objetivo a alcanzar en aras de la civilización. No hace falta ser un lince para mirar hacia atrás y advertir que el progreso fue un salto ... de obstáculos y se eliminaron barreras para el avance social, material y humano. La sensación que tenemos de que el presente es estático es una clara asunción gratuita que nos conviene mantener con el fin de situarnos con carácter preferencial en la escena vital.
Pero no seamos ingenuos, esa inclinación prioritaria que tenemos del uso de la espontaneidad para ponernos en situación en cualquier lugar y en cualquier momento es solo un espejismo que nos trae imágenes virtuales que pueden ya haber ocurrido o que están en trance de ocurrir. «El tiempo pasa», dijo Newton. Lo que en mi opinión quiso decir es que todo cambia, todo fluye, la única realidad es la que tenemos a nuestra vista donde los acontecimientos sí se pueden situar como instantáneos por la enorme velocidad de la luz. Y si nos ponemos en esta situación de reconocer la causalidad del devenir, entonces podemos seguir saltando barreras porque no permaneceremos quietos, miraremos hacia atrás y hacia adelante y proseguiremos la búsqueda de soluciones pragmáticas para el desarrollo de la vida con más fundamento.
Así todo, el mundo cree que vivimos en plena democracia y que su desarrollo comenzó mucho tiempo atrás con los griegos, pero que en el presente ya está totalmente desarrollada. Si fuera así, los acontecimientos mundiales seguirían un curso sostenible sin batallas fratricidas. No, aquí es donde debemos considerar un presente cambiante, no estático.
El futuro no ha llegado todavía, la democracia no se ha desarrollado en su integridad, los poderes que actualmente concede la democracia, no tienen carácter democrático porque no son poderes colegiados que se ejecuten con la complacencia de grupos de dimensiones a definir en el futuro. Cuando la democracia alcance el estatus debe desprenderse de manera consecuente de sus cimientos: las elecciones.
Entonces, la colegiación del ejercicio del poder alcanzará su sumun y las decisiones compartidas redundarán en acciones consensuadas que llegarán a todos los lugares de la Tierra y las guerras o las luchas intestinas liquidadoras frenarán, en mi opinión, su carrera devastadora, salvo algunos casos particulares que discutiremos aquí también.
Me he aplicado al estudio de los fenómenos relativos al desarrollo de la acción gubernativa bajo el prisma de la democracia. Por lo que he dicho, su deficiente desarrollo es un mal menor en comparación con las doctrinas dogmáticas que prevalecen en gran parte de la población mundial. El problema es que la civilización Occidental no ha dado con la tecla precisa para eliminar tales ejercicios gubernativos que se enarbolan con la bandera de «¡Por Dios!», como si ello les atribuyera una facultad preponderante ante otras civilizaciones, les garantizara la posesión del poder y de la verdad que ejercen y postulan. Alguien puede decir que si estos gobiernos dogmáticos no están en inferioridad ante los que son democráticos hasta la fecha es porque se desarrollan y viven en paz con sus pueblos, tienen sus bondades y no son beligerantes.
Y yo digo: «¡Alto!», no son beligerantes mientras no les toques sus principios, por ejemplo, donde está prohibido beber si bebes públicamente, veremos dónde vas a parar. Pero aún peor lo tenemos, dentro de este grupo de gobiernos político-dogmáticos, que son aquellos que aplican sus doctrinas por encima del bien y del mal, cuando se llega incluso a los sacrificios humanos de los postulantes. Esto es peligrosísimo, es la guerra, y hay que combatirla con todas las armas disponibles si no queremos ser aplastados por el peso del terror, y la destrucción aleatoria. En resumen si queremos proseguir en el desarrollo humano sostenible tenemos tres caminos: avanzar en el desarrollo democrático hasta la colegiación del poder, combatir sin vacilación a los gobiernos que no provengan más que del pueblo, sopesando los pasos necesarios que no conduzcan, con ellos, a la guerra, aunque afrontando los riesgos de repercusiones económicas negativas, también para nosotros, con la vista puesta en liberar de la opresión a los hombres y mujeres del mundo que permanecen sumidos en el silencio dominante de los dogmatismos. Y por último, es necesario ponerse en la punta de lanza junto con aquellos países que combaten la opresión, y como nosotros, han elaborado instrumentos democráticos para concatenar las acciones de lucha y plantarle cara al dogmatismo y a la dictadura.
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