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En la pugna entre Donald Trump y el 'establishment' norteamericano, que ha durado cuatro años y ha terminado con el asalto del Capitolio por una banda de turbulentos disfrazados, han ganado las instituciones y las libertades y han salido derrotados el presidente saliente del Partido ... Republicano y los populistas de uno y otro signo. Joe Biden, como nuevo presidente de Estados Unidos, se enfrenta a dos situaciones en los inicios de su mandato. La de haber sido el candidato más votado en unas elecciones presidenciales, el más refrendado por unos recuentos, con la victoria más legitimada por los tribunales y ampliamente apoyado, además, por los aliados democráticos de Estados Unidos. Con mayoría del Partido Demócrata en ambas Cámaras y con el conjunto de las instituciones del país cerrando filas en torno al nuevo proyecto presidencial en el sentido de restablecer el orden político interno y la credibilidad de la democracia americana en el mundo. Y, por otro lado, afronta el reto de recomponer las heridas provocadas por una atmósfera de polarización que se desinflará al mismo tiempo que vuelven las aguas al cauce de la legitimidad y la prosperidad tras las consecuencias de la pandemia.
Para quienes interpretaron que las elecciones presidenciales eran otra cosa distinta que una lucha entre el 'establishment' y el trumpismo populista, llegan los días y los meses de enfrentarse con la realidad. Quienes vendieron la disputa política en 2020 como un enfrentamiento clásico entre demócratas y republicanos, ven ahora el resplandor de un brillante centro ideológico que ya ha iluminado a los dos partidos para desatascar las ayudas y los presupuestos para combatir los efectos demoledores del covid. Quienes anticipaban las victorias de la izquierda o la derecha, por encima o al margen de las legislaciones y el triunfo de ideas y propuestas socialistas, ultraprogresistas, extremistas o populistas, ajenas al espacio central, liberal y conservador, del conjunto de la sociedad norteamericana. Aquellos que preveían un debilitamiento definitivo de las instituciones democráticas. Los que adivinaban un horizonte cercano donde la libertad individual sería sustituida por las identidades nacionalistas o culturales, todos ellos, muchos, en definitiva, van a escuchar las palabras de un presidente de los Estados Unidos moderado, liberal, con experiencia política de gobierno, y convencido de que su país es el producto histórico de una sociedad que ha sabido concebir y respetar unos procedimientos sobre las que ha construido su propia existencia.
El 20 de enero de 2021 resonarán una vez más aquellos principios escritos por Thomas Jefferson en el primer texto fundacional de la nación norteamericana y que se sustentan sobre una sola verdad: que las personas son libres e iguales ante la ley y por tanto las instituciones democráticas son garantes de la libertad individual y la igualdad de oportunidades. Este es el fundamento de la democracia contemporánea, que ha sido concebida, diseñada, defendida y propagada por los americanos. Este es el verdadero y único 'establishment' que ahora va a dirigir el 46 presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. La verdad que garantiza la independencia del Tribunal Supremo a la hora de decidir si hay o no pruebas sobre un pervertido fraude electoral masivo. La que mueve al vicepresidente a desligarse del presidente y propiciar el reconocimiento de la victoria demócrata en el Congreso. Las verdades que concitan la atención de los medios de comunicación para distinguir la libertad de prensa de la mentira y la propaganda. Las que animan a los políticos republicanos a olvidar la lealtad ideológica para asumir la legitimidad democrática.
El 'establishment' norteamericano ha vencido en el año electoral más determinante de los últimos tiempos y ahora se dispone a gobernar. Con la mayoría en el Cámara de Representantes y en el Senado. Con una parte importante del republicanismo tradicional apoyando la transición y frente a unos retos que exigen una renovada firmeza en la acción democrática. La batalla civil y política ha terminado, aunque las heridas provocadas por la polarización y el caos aparente de una sociedad compleja y en proceso de transformación tardarán algunos largos meses en cicatrizar. El impulso económico, el desafío de la digitalización y la cuarta revolución industrial, el respeto por el medio ambiente y la diversidad entre los valores y desafíos que Joe Biden acometerá en la política doméstica. La recuperación del liderazgo democrático, la estabilidad y la renegociación de marcos de cooperación internacional y la promoción de los derechos humanos entre los desafíos exteriores. El equilibrio entre valores e intereses en la rivalidad con grandes potencias como Rusia y China. La complejidad geopolítica y el fortalecimiento de las alianzas en Europa, Mediterráneo, Oriente Medio y Asia. La renegociación de la limitación y reducción del poder nuclear. La salud, el progreso y la lucha contra la desigualdad. Una oportunidad para reconstruir la sociedad internacional.
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