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Hemos entrado en el centenario del fallecimiento de Benito Pérez Galdós. Esto no es cualquier cosa en España, pues el canario ha sido uno de los más importantes autores de nuestra literatura y hay quien lo sitúa en el segundo escalón del podio, tras ... Cervantes. Novelista y dramaturgo muy prolífico, procedía del periodismo político de las grandes turbulencias que marcaron el Sexenio Revolucionario (1868-1874), es decir, el destronamiento de Isabel II, el reinado de Amadeo I y su abdicación, la proclamación de la Primera República, su crisis de disgregación nacional, la dictadura del general Serrano y la restauración borbónica en el joven Alfonso XII tras el pronunciamiento del general Martínez Campos.
Galdós fue, además, diputado del Congreso durante la Restauración, elegido en cuatro ocasiones. La primera, en 1886, caciquilmente por el distrito portorriqueño de Guayama. Había 118 votantes en el censo y le votaron 112. Favores de Sagasta, el líder liberal. La segunda ocasión fue diferente: en 1907 no iba ya como protegido del liberalismo progresista, sino por Madrid como republicano intensamente anticlerical. Tres años después concurre en la conjunción republicano-socialista por la capital. Y finalmente, en 1914, es elegido como 'reformista' por el distrito de Las Palmas, adscrito al movimiento democrático del catedrático asturiano Melquíades Álvarez, quizá el único político en quien confiaban los intelectuales. Con él había sido excluido de la 'conjunción' por contemporizar con la monarquía, lo que había dado lugar al encuentro del escritor canario con la familia real y a un donativo de Alfonso XIII (10.000 pesetas de entonces) a favor del novelista, que siempre andaba con problemas económicos. Galdós quedó ciego tras dos operaciones fallidas de cataratas y cesó en el escaño en 1916.
Su relación estrechísima con Santander (donde llegó a ser gobernador militar su hermano brigadier) data de 1871 y fue exhumada por numerosos trabajos del recientemente desaparecido investigador Benito Madariaga. Cuando Galdós entra en la Real Academia Española, es Marcelino Menéndez Pelayo quien pronuncia el discurso de contestación; cuando lo hace José María Pereda, es el canario, amigo suyo, quien contesta. Sus diferentes ideologías no empañaban la amistad y eran ejemplo de aceptación de la diferencia de opiniones.
Galdós era un liberal progresista en lo institucional y en lo social, que quería superar la identidad católico-tradicionalista de España. Su obra, además de grandes méritos literarios en la construcción de personajes y tramas, y en la gracia de la expresión, poseía una clara intención de cambio de las mentalidades. (Igual que las de Pereda expresaban, con artes de ironía, el recelo conservador ante un cambio social acelerado). Fue, en este sentido, un educador popular, al menos de la España con acceso a sus dramas y novelas, tanto de tipo social como los 'Episodios Nacionales'. En estos aflora a menudo el Galdós periodista que se lanzó a la crónica política en el reinado de Amadeo. Y emergen expresiones gloriosas, como cuando llama «gandules presupuestívoros» a los clanes políticos que se limitan a vivir del erario sin afrontar los problemas del país.
No sé por qué 'presupuestívoro', magnífico vocablo, aún no ha ingresado en la Academia por donde ingresan las palabras, a saber, el diccionario. 'Presupuestífago' tampoco consta. Es una lástima, pero no hay que desesperar. «Los que comen presupuesto» es una descripción muy apropiada para varias situaciones y ahora nos hemos metido de hoz y coz en una de ellas: el Presupuesto Grande. Hay más presupuestívoros que nunca, y Cantabria llega con su escudilla a una cola de peticionarios que ya da varias vueltas al convento de La Moncloa. El prior ha rogado en Bélgica que le permitan producir más sopa, pero aún no se sabe la respuesta.
Por un lado, los compromisos de gasto social. Estoy seguro de que la subida del 0,9% es bienvenida por los jubilados cántabros, y que los empleados públicos bailarán el trenecito cuando su salario suba por encima de la inflación. Hay más asuntos en cartera, como el ingreso básico universal que dícese prepara el ministro de la Seguridad Social. Y luego todas las precipitaciones monzónicas de Presupuesto que los ministerios sociales querrán derramar bienhechoramente sobre la concurrencia. Muchos miles de millones de euros más.
Si solo fuera esto, podría quizá torearse de alguna manera en el Presupuesto sin descabalar nuestros compromisos con la moneda común (que no queremos que se devalúe y dé una patada de elevación al IPC). Pero es que aprietan, por otro lado, los compromisos de gasto territorial, tanto en obras concretas (autovías, ferrocarriles, equipamientos varios) como en reordenaciones estructurales (léase financiación de las autonomías). Aquí también hay presupuestívoros para llenar un estadio. La crisis de gobierno en Cantabria, el dueto de 'Yo te dejo/Yo te ceso', se ha querido solventar dejando de hablar del 'casus belli' (los compromisos socialistas con Esquerra Republicana de Cataluña) y escribiendo el 'Papeluco 2.0' con las promesas anteriores y alguna nueva. Sin embargo, las dudas deben tomarse como razonables.
Es muy difícil visualizar tanto un presupuesto nacional de 2020 como, atención, su ejecución real, compaginando las expansiones social y territorial. Al menos, no en la actual situación de las arcas públicas españolas, ya un poco desmadradas, ni con las anunciadas subidas de impuestos a los de arriba, que no van a dar leche para tanto yogur. O tiene lugar un atornillamiento fiscal a la clase media de agárrate que vienen curvas, o simplemente esos gastos fabulosos no se van a sostener, ni en lo social ni, sobre todo, en lo territorial, donde los Gobiernos juegan con los calendarios, y una obra de 100 millones te la venden tres veces: el año que los pusieron y no los gastaron, el otro año que hicieron solo la primera mitad, y el tercero en que acabaron la segunda mitad. Pero la economía real no se va a inmutar: lo que circula son cero millones el primer año, 50 el segundo y 50 el último, y no cien cada año que se hable y prometa. Los tres años que se lleva hablando de un tren con Bilbao no han dado de comer ni a un obrero cántabro todavía.
La afluencia de conceptos presupuestívoros causará una escasez relativa de víveres. Lo más probable es que el Gobierno de España realice todo el gasto social que va en su identidad corporativa, y el territorial que necesite con las autonomías nacionalistas para no descarrilar. Dentro de seis meses, 'Papeluco 3.0'.
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