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El Presupuesto importante es el del año electoral, cuando toca engrasar a la clientela, los anteriores se olvidan pronto. Esta es la teoría que frecuentan los políticos cuando se trata de justificar las cuentas poco expansivas del principio de legislatura. Más o ... menos, as que maneja el Gobierno PRC/PSOE para 2020, confeccionadas a salto de mata, en medio del bloqueo político nacional, sin saber el dinero que llegará de los Presupuestos Generales del Estado, prorrogados desde la etapa de Rajoy y Montoro, y en plena campaña de las generales en la que los socios del Gobierno, socialistas y regionalistas, competían como adversarios. Un paisaje tan precario sólo podía traducirse en continuidad presupuestaria. Sólo un factor diferente: la holgada mayoría en el Parlamento evita a la coalición gubernamental las contorsiones políticas que se vio obligada a hacer en el periodo 2015-2019 para encontrar un aliado diferente cada año que les aprobase las cuentas regionales.
Un año más, la sanidad, la educación, el pago de la deuda y la actualización de las nóminas del funcionariado se llevan casi todo el presupuesto, 2.886 millones de euros, apenas un 1,2% más que el ejercicio anterior. Con eso le vale al Gobierno para decir que se preserva el Estado del Bienestar y hasta para insistir en el pomposo mantra del cambio de modelo productivo cuando la inversión se reduce casi un 10%. Un año más, la oposición habla de ingresos inflados, de más impuestos, de los inevitables recortes y del bajo nivel de ejecución presupuestaria. Y como las cuentas no cuadran, se termina desvistiendo un santo para tapar otro, tirando de las empresas públicas para tapar el agujero de nómimas y gastos de la sanidad y la educación, como este año.
Lo que sí hace el Presupuesto 2020 es consagrar los nuevos territorios definidos por el pacto de gobierno salido de las elecciones autonómicas. El PRC, contundente vencedor en las urnas y harto de cargar con el sambenito de que el socio minoritario, el PSOE, gestionara siempre el 80% de los recursos, equilibra bastante la balanza hasta un 60/40 al hacerse con el mando en la educación. No es que sea una cartera que proporcione grandes alegrías, pero sí un buen vivero de votos, sobre todo si consigue una relación fluida con los sindicatos, a los que Revilla ya cortejó sin rubor durante la pasada legislatura. Los socialistas críticos lloran la pérdida de un patrimonio que consideraban propio, la educación que en su día gestionaron Eva Díaz Tezanos y Ramón Ruiz, y que ahora ha volado con destino al PRC, igual que dos 'joyitas' del sector público como Sodercán y MARE.
El nuevo PSOE tendrá que concentrase en el riego por aspersión de un dinero escaso en la superconsejería de Pablo Zuloaga –de la igualdad a las universidades, de la cultura al deporte– , en el gasto social hasta donde llegue y desde luego en la sanidad, que sigue siendo el departamento más dotado, entre otras cosas para afrontar la desbordante factura farmacéutica. Al frente, el nuevo consejero estrella del PSOE, Miguel Rodríguez, a quien el PP critica pero tiene en mejor consideración que a su antecesora, Luisa Real, tan desgastada por las irregularidades en el Servicio Cántabro de Salud.
Los Presupuestos 2020 han superado sin sobresaltos las tres enmiendas a la totalidad de la oposición, como cabía esperar de la mayoría gubernamental, para abordar a continuación las propuestas de cambios parciales de los grupos políticos de la Cámara, tan renovados como faltos de experiencia. Pero en fin, no dejará de ser un trámite voluntarista porque al Gobierno no le va a temblar la mano a la hora de aplicar el rodillo parlamentario.
Las cuentas quedarán aprobadas en vísperas de Navidad, después de otro debate como el que se ha celebrado esta semana, con los registros propios de una eterna campaña electoral que quizá no ha terminado todavía. El discurso crecido frente a la oposición del portavoz regionalista Pedro Hernando por los éxitos de su partido, con la ventaja añadida de tener la última palabra en la discusión presupuestaria. La proclama permanente contra la triple derecha y el neoliberalismo que domina el mensaje de la socialista Noelia Cobo. La crítica bien armada de María José Sáenz de Buruaga al mando del PP revitalizado por la victoria del 10-N en Cantabria. La amarga entereza de Félix Álvarez –'antes rotos que doblados'-. tras la debacle de Ciudadanos, que hace un año por estas fechas permitía al Gobierno regional aprobar las cuentas del ejercicio en curso. Las facetas contradictorias de Vox, con Cristóbal Palacio como portavoz, que en su primer curso en el Parlamento lo mismo trata de imprimir un carácter constructivo a su labor de control presupuestario –reconocida incluso desde la facción regionalista del Gobierno– que reproduce las posiciones ultramontanas que jalea el partido con gran ligereza. Por ejemplo, en torno a la violencia de género. La impresión que los dirigentes de Vox transmiten es que en sus discrepancias sobre la gestión política para combatir esta lacra no hay espacio para los gestos de solidaridad con las víctimas.
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