Prevención y productividad

Desde que se desató la pandemia a comienzos de 2020, el mundo se ha visto inmerso en una crisis sanitaria, casi sin precedentes. La pandemia ha afectado a todos los ámbitos del trabajo, en algunos casos directamente impidiéndolos y obligando a cerrarlos, y en otros exigiendo una reestructuración casi total.

El covid-19 ha puesto a prueba la capacidad de respuesta de las organizaciones no sólo para la movilización de miles de trabajadores hacia el teletrabajo o para adaptar sus servicios o sus líneas de producción a las circunstancias del confinamiento; lo ha hecho también poniendo a prueba los valores que fundamentan la cultura de las empresas. La salvaguarda de la salud es prioritaria y a un mismo nivel está también el mantenimiento de los puestos de trabajo.

Muchas empresas, para impedir los contagios, han tenido que cambiar casi en su totalidad sus operaciones al trabajo en casa. El teletrabajo se ha implementado de forma tan repentina y masiva que no se ha hecho de la mejor manera. Es más, después de estos meses de aplicación, y con una ley de trabajo a distancia tan reciente, el teletrabajo debería comenzar a ser chequeado y replanteado, pues todos los beneficios que perseguíamos hace unos años comienzan a ponerse en entredicho. La pandemia nos ha absorbido casi por completo a lo largo del último año, también en materia de prevención de riesgos laborales, pero no hay que olvidar que las situaciones ordinarias, la prevención de siempre y los riesgos de siempre, están ahí y que no han desaparecido por el covid-19.

Los accidentes de trabajo siguen produciéndose más allá de la incidencia del virus, y es en estas circunstancias, cuando todos los agentes intervinientes en la seguridad y salud de las trabajadoras y trabajadores (agentes sociales, Administración, empresas y empleados), debemos trabajar juntos para seguir consiguiendo que la prevención esté completamente implementada en la cultura y en la estrategia general de las organizaciones.

La gestión de la salud tiene que integrarse en el plan estratégico de la empresa porque, simple y llanamente, es bueno para la salud del trabajador y, por lo tanto, para la productividad, eficiencia y competitividad de la empresa.

El principal objetivo de las empresas es la rentabilidad, que es precisamente lo que les permite mantenerse en el tiempo. Todas aquellas que apuesten por la salud organizacional redundarán también en la mejora global del bienestar de las personas trabajadoras, y hace tiempo que está demostrado que este beneficio tiene un reflejo directo en la motivación y en la actitud que éstas muestran en sus puestos de trabajo.

En un entorno saludable, parámetros como la productividad, el compromiso con la organización y la disminución de la rotación se ven favorecidos. Asimismo, la reducción en los costes a la Seguridad Social y el perjuicio social derivado de los daños por accidentes de trabajo o enfermedades profesionales ya suponen razones de suficiente entidad como para apostar por los entornos saludables desde todos los puntos de vista.

Desde el Icasst trabajamos para conseguir que las condiciones de trabajo de los trabajadores de Cantabria sean cada día un poco mejores. Nuestros proyectos se centrarán este año en el control de los planes de contingencia para mitigar los contagios del covid-19 y claro está en la prevención de siempre, con actuaciones específicas en riesgos como los trastornos muscoloesqueléticos, caídas en altura y atrapamientos, sin olvidar la labor divulgativa con la publicación de guías preventivas y actividad formativa. La semana pasada tuvimos que lamentar la muerte de un trabajador autónomo en nuestra región. Ponerle freno a esta lacra es cosa de todos.