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Con la concordia, como sabemos, las cosas pequeñas aumentan y, con la discordia, aún las grandes se arruinan. Es esta una máxima que lamentablemente pocas veces se pone en práctica porque la controversia y la discusión están en el núcleo de la conducta y el ... comportamiento humano. Es muy difícil escapar de ese impulso desordenado de litigar, de no reconocer lo que defienden los demás, aunque es cierto que, de hacer un esfuerzo, podríamos ver la razón en el bando contrario como gesto satisfactorio que es. Sobre todo si se busca conducta noble de bondad y comprensión escapando de lo ácido y así, además, se consigue preservar las coronarias, que ya saben que son en su conjunto una estructura de nuestro cuerpo que no se anda con chiquitas.
Pero si ustedes siguen habitualmente en estas mismas páginas nuestras humildes reflexiones observarán como desde hace tiempo perdimos la compostura cuando analizamos el problema catalán, un absurdo conflicto de intereses más que de otra cosa, buscado de forma indignante, aprovechándose de nuestra ingenuidad democrática, que habitualmente nos «saca de nuestras casillas», sobre todo a medida que vemos como sorben nuestros dineros, nuestra esperanza de progreso y nuestras ilusiones. Quieren ser independientes en un mundo nuevo, ya global, próspero y civilizado, en el que todo se une y no se separa.
Pura hipocresía indignante por insolidaria y anacrónica, que reclama prebendas ahora que estamos en el fin del absolutismo, y lo hace de manera egoísta e insultona. Entonces, esa máxima de no litigio que defendemos se esfuma en pocos minutos cuando apreciamos nítidas las maniobras maquiavélicas de esa gente involucrada en lo que llaman 'proces' y que efectivamente es un proceso bien definido de autodestrucción, odio, egoísmo y tristeza.
Esta gente ha conseguido cargar de pesadumbre y melancolía una tierra espléndida, plena de oportunidades y sobre todo una ciudad, Barcelona, impregnada de modernismo y de vida que, sin embargo, camina alocadamente cuesta abajo bloqueados sus frenos por una combinación de despropósitos, deslealtades y desquicio que estos días se escenifica en una nueva puesta en escena del antiguo presidente catalán. Ese delincuente en fuga, de pelo y comportamiento contradictorios, del que ya nadie hablaba y que vuelve en Italia a representar un vodevil exagerado con la connivencia y comportamiento laxo de nuestro Gobierno 'cambia-votos' y la sordera plena de ingratitud de las instituciones judiciales europeas.
Se hace realidad desgraciadamente entre nuestra familia diversa de comunidades autónomas aquello sobre lo que el Evangelio de San Mateo nos previene: «Enemigos del hombre son sus parientes», y en este caso está claro que nos tomaron por primos y actúan en consecuencia. Pues no lo somos.
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