Un problema que crece
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EDITORIAL ·
Que el periodo enero-octubre haya batido en Cantabria los récords históricos de altas temperaturas y baja precipitación obliga a un consenso regional duradero sobre las medidas que deben adoptarseEl año 2022 está batiendo de forma preocupante dos récords. Por un lado, la temperatura media enero-octubre (13,8º) ha resultado la más elevada ... de la serie histórica. Incluso se ha producido la chocante circunstancia de que octubre, mes otoñal, ha sido más cálido que septiembre. Esta elevación de temperatura ha sido acompañada por una reducción de las precipitaciones en toda la Cantabria litoral. El área de la Bahía de Santander ha recogido el tercer volumen de lluvias más bajo después de los de 2005 y 2011.
Estos fenómenos concuerdan también con otras tendencias sobre las que los científicos no han dejado de advertir y que forman el contenido de la cumbre de Naciones Unidas COP27 que se viene celebrando desde el pasado día 6 en Egipto sobre el cambio climático. El calentamiento global, inducido por las actividades humanas de emisión de gases de efecto invernadero, está conduciendo a una alteración cada vez mayor de los ciclos meteorológicos y a unos cambios que amenazan irreversibilidad catastrófica en las masas de hielo y en el nivel, temperatura y acidez de los océanos.
Poner coto a estos procesos, antes de que alcancen puntos de no retorno y causen tanto un nivel marino mucho más elevado como una actividad atmosférica más hostil a la vida humana, es una cuestión de coordinación internacional. De ahí que el ataque de Rusia a Ucrania no haya constituido solo una agresión flagrante al derecho internacional, sino que por sus consecuencias ambientales y energéticas ha supuesto un parón en la evolución de muchos países hacia tecnologías y hábitos menos agresivos con el clima. La irresponsabilidad de los dirigentes moscovitas y de quienes los han alentado en algunos países asiáticos es máxima.
Cantabria no puede tomar medidas que en sí mismas puedan frenar estas tendencias climáticas. En ausencia de corresponsabilidad mundial, la lucha de una sola región no vale gran cosa. Sin embargo, esta corresponsabilidad se compone también de lo que cada uno, desde su esfera de decisión, está dispuesto a contribuir como pieza de un gran puzle global. Hay cinco líneas de trabajo que merecerían un consenso parlamentario duradero: transición energética en industria, transporte y edificación; planificación de una nueva gestión del agua con más estrés hídrico a medio y largo plazo; apuesta mayor por producción de energías renovables (solares, eólicas, geotermia donde sea posible); establecimiento de un principio de mejores prácticas en la gestión del ámbito rural; y por último, programación de inversiones ante la más que previsible elevación del nivel marino, que afectará a playas, rías y puertos de nuestra comunidad, no de la noche a la mañana, pero sí inexorablemente y no se pueden dejar actuaciones complejas para última hora.
Todas estas medidas, además de reducir la huella ambiental de nuestra región, la harían más autónoma, innovadora y eficiente. Episodios de calentamiento y sequía como el que se viene experimentando desde enero constituyen signos de un problema que aumenta y al que no debemos dar la espalda. Resulta un tanto triste verificar la lentitud con que todas estas medidas tan necesarias se vienen planteando, háblese de transición industrial, fomento del transporte público sostenible o instalaciones de renovables. Puede darse el caso de que determinadas estructuras políticas y administrativas no sean compatibles con la agilidad que se requiere ante una emergencia de este calibre. Así pues, antes de que aparezcan salvadores demagógicos o profetas del apocalipsis, la democracia regional debería tener el coraje de plantear cuál es su nivel de compromiso político, presupuestario y técnico para afrontar su obligada contribución contra el calentamiento global. Dispone nuestra comunidad en su mundo universitario y en no pocos sectores empresariales y profesionales de capacidades para esa labor de planificación y seguimiento de unas medidas que no pueden ser sino plurianuales.
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Ana del Castillo
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