Profecía 2050
Sobre la efeméride de 'La rebelión de las masas' que el coronavirus hurtó, y la relación entre profetas y políticos
JUAN LUIS FERNÁNDEZ
Sábado, 22 de mayo 2021, 07:57
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JUAN LUIS FERNÁNDEZ
Sábado, 22 de mayo 2021, 07:57
Ortega y Gasset sostenía una opinión verdaderamente rotunda acerca de la predicción del porvenir histórico: que no sólo era posible, sino que habitualmente se había ... venido haciendo, y con éxito. Se refería no al futuro en su detalle, sino en su estructura general, pero este no es un gran déficit porque, observaba, ¿acaso conocemos del pasado o del presente algo que no sea un perfil general? ¿Cuántas cosas no ignoramos del presente, por ejemplo?
Esta tesis fue reiterada especialmente en 'La rebelión de las masas', libro que le hizo mundialmente famoso y cuyo nonagésimo aniversario ha quedado eclipsado por el coronavirus en 2020. «Es falso decir que la historia no es previsible. Numerosas veces ha sido profetizada», escribía. Ahora bien, esta capacidad de pronóstico no era cosa del político, sino del 'profeta', entendido como intelectual, como la persona especialmente sensible a las señales del mañana. De la colaboración entre político y profeta habían salido algunas de las épocas señeras de la historia. Pero, ay, en el siglo XX inicial los políticos se habían independizado y ya no escuchaban. Y por eso iba el mundo a la deriva. La política contemporánea cabal ya no se podía realizar «sin larga anticipación histórica».
Dando ejemplo él mismo, Ortega creía ineludible, y siempre abogó por, una unión de las naciones europeas. Sólo 30 años después de su fallecimiento en el limitadísimo Madrid del franquismo de 1955, España firmaba su solemne entrada en la Comunidad Europea, hoy UE. Alguno incluso puede recordar que su advertencia, ya en diciembre de 1931, a la República para que se rectificase a fin de dar cabida a todos fue una profecía crítica que también se cumplió.
Así que, cuando vemos al presidente del Gobierno de España hablar con un horizonte de 2050, es natural que nos preguntemos si hay una verdadera capacidad profética, al tiempo que recordamos que eso, según Ortega, no le corresponde de ninguna manera al político. Este lo que tiene que hacer es gobernar 2021, que ya es tarea sobrada, como recordaron a nuestro futurista en jefe miles de sufridos nadadores amateurs africanos, que le devolvieron al presente de indicativo diplomático.
No es fácil imaginar una Cantabria de 2050, con la aceleración actual de avances tecnológicos y fenómenos económicos y políticos globales. Pero tampoco es imposible y, si queda alguien dentro de treinta años para acudir a la hemeroteca y recuperar esas reflexiones, podrá verificar el acierto o el desvío en la prognosis.
Primero, la población. La nativa tendrá una estructura muy envejecida. Pero como en el norte de África, tanto en la orilla mediterránea como inmediatamente al sur del Sahara, se camina hacia los 500 millones de personas a final del siglo, habrá ya unos trasvases muy importantes de población a Europa. Así que nuestra demografía será más diversa (ya lo está siendo también con los miles de vizcaínos que se están cantabrizando y lo será cuando jubilados de la meseta vengan definitivamente a esta Florida del norte donde hoy tienen sólo segunda residencia), con una parte mayor de población africana y además esa parte será la más joven. Por tanto, el tema de la integración, es decir, la españolización del inmigrante sin que necesariamente se desarraigue de lo suyo, es fundamental.
Luego, las comunicaciones. Seguramente las tendremos mejores por ferrocarril, tanto en la alta velocidad con la meseta como en las cercanías. Dudo mucho que haya un tren rápido con Bilbao ni en 30 años, porque el coste va a meter miedo a cualquier gestor (otra cosa es que se pida desde la oposición para tener banderas que izar). Es probable que el puerto y el aeropuerto muestren mucha más actividad que actualmente, al formarse un cierto eje costero Santander-Francia de vitalidad productiva, y que ese Santander-Mediterráneo que son las autopistas A-73 (Burgos-Aguilar) y A-12 (Burgos-Logroño) funcione a pleno rendimiento en beneficio de nuestra parte de la España vaciada.
¿Y la economía? Parece que habrá un predominio mucho mayor del sector servicios, en parte por cuestiones tecnológicas, en parte por servicios como los sanitarios (centro de protones en Valdecilla) y educativos (universidades e institutos), y en parte por una amplitud mucho mayor del turismo gracias a la cultura y el medio natural. No sabemos lo que las próximas tres décadas le deparan a la vaca Holstein, animal totémico desde finales del siglo XIX. No sabemos si ambientalmente le darán el plácet, pero tampoco veo que la gente renuncie al relaxing café con leche, al yogur y a los bombones, así que las regiones verdes hoy con vaca seguirán teniendo alguna, aunque la estructura podría ser muy distinta, quizá basada en un sello de calidad ecológica y buen trato al animal, ya genéticamente modificado.
El mar y la montaña serán debidamente aprovechados para energías renovables, con artilugios menos aparatosos que los actuales, y tanto los transportes como los edificios tenderán a la eficiencia energética. Es posible que los cántabros hayamos dicho adiós a los euros físicos, en monedas y billetes. Pagaremos con tarjeta o con el móvil o con la huella dactilar combinada con un pin. Tendremos ropa inteligente, reciclable, antibacteriana y que arruinará a los fabricantes de planchas. Es posible que los avances médicos permitan alargar una vida de calidad y hacer normal que las personas lleguen a los 90 años en condiciones de abuelo activo. Y uno incluso diría que para entonces podría haberse terminado el soterramiento de las vías en Torrelavega, pero dudo de que exista ser humano, ni Ortega y Gasset que fuese, capaz de profetizar tanto.
Por el camino hacia 2050, quizá nos queden otras dos crisis económicas cíclicas morrocotudas. Los que hoy son jóvenes en el Reino Unido entonces serán abuelos y en otro referéndum corregirán el Brexit. La UE estará mucho más coordinada, sin llegar a una federación, y gastará bastante en defensa, con buenos motivos. Pero recordemos que, si los políticos no hacen caso de los profetizadores, lo esperable orteguianamente es la deriva. No hay facultades de Vaticiniatría y esto es un problema. Para el futuro, sobre todo.
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Ana del Castillo
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