La paz, el progreso, la libertad

Esta afirmación de Fest es aplicable al régimen socialcomunista que aún gobierna atrincherado en La Moncloa... Lo dicen los hechos. «La paz, el progreso, la libertad», dice Fest.

En materia de pacificación, el Gobierno tiene como aval para recibir el próximo Premio Nobel el haber elevado a la categoría de interlocutor a ese gran «hombre de paz» llamado Arnaldo Otegui. Brevemente, la secuencia ha sido la siguiente. Primero os mato y os chantajeo. Luego dejo de mataros, pero os sigo chantajeando. Una de las más aberrantes consecuencias de este guion ha sido la reciente liberación del histórico etarra 'Pakito' en el aniversario de la matanza de Zaragoza, el atentado contra la Casa Cuartel de la Guardia Civil que dejó 11 muertos, cinco de ellos menores, y 88 heridos.

La noción de progreso ha quedado arrasada para los próximos años. Plusmarquistas en la mala gestión de la pandemia con más de 80.000 fallecidos; 3.888.137 de parados en el último mes de diciembre de 2020; 755.000 trabajadores en ERTE y con la tasa de paro juvenil más elevada de la Unión Europea, con un 40,4%. Las ayudas para que «nadie se quede atrás», que no llegan, se resumen en el aplazamiento de impuestos que, una vez finalizada su moratoria, serán reclamados por el total... El prestigioso economista Daniel Lacalle atina al afirmar que «España es el país que menos ayudas ha dado a las empresas para sobrevivir al confinamiento y que más déficit ha generado de toda la Unión Europea». Es el círculo vicioso que nos lleva al hundimiento.

Libertad. Ya pensamos en el concepto de libertad ligado al derecho de propiedad, conculcado por la permisividad con 'okupas' y usurpadores de viviendas y residencias; en la libertad de expresión, cada día más en entredicho desde la creación del Ministerio de la Verdad, terminal propagandística y de censura del Ejecutivo; o en la libertad de los padres para elegir la educación que quieren para sus hijos, arrasada por la Ley Celaá.

Mientras afuera muere el pueblo, en el búnker de la Nación permanece Sánchez. Quien tras decir que «hemos vencido al virus», ahora, abotargado y noqueado ante la catástrofe que se cierne también sobre su destino político, ha abdicado parte del mando en las Comunidades Autónomas y ha permanecido varios días desaparecido en combate mientras arreciaba la borrasca.

En el cuadro que pinta Fest en su obra, mientras los berlineses sufrían hambre, frío y miseria, en el búnker había de todo y hasta se organizaban fiestas. Sobra cualquier desarrollo sobre lo acontecido en la Filmoteca de Cantabria durante la visita del no ministro Illa, que dio cuenta de un pantagruélico festín a cubierto y calentito, en flagrante incumplimiento de la legalidad vigente.

Europa Occidental, Alemania incluida, se beneficiaron tras las Segunda Guerra Mundial del Plan Marshall, unos 12.000 millones de dólares que los estadounidenses inyectaron para reanimar a un continente devastado por la barbarie nazi y que, más allá del telón de acero, lo fue también por el terror rojo. Nosotros tenemos la ayuda de la Unión Europea, 140.000 millones de euros, de los que España solo reclamará los 70.000 a fondo perdido. Pero si la liquidez que ésta nos ofrece es empleada por el Gobierno en gasto político y administrativo improductivo, como hasta ahora, en lugar de en crear empleo, el dinero se irá por el sumidero.

Las comunidades autónomas del Partido Popular han denunciado la «discriminación» en el reparto de fondos europeos. El líder popular, Pablo Casado, ha pedido «equidad» en la distribución, tal y como se comprometió Sánchez, e incluso el líder regionalista, Revilla, ha manifestado su descontento por los criterios utilizados, calificándolos de «absolutamente injustos».

Cantabria recibirá previsiblemente 96 millones de euros del fondo europeo REACT-EU, la segunda cifra más baja del país y por debajo de lo que correspondería según la población de la comunidad. Al Gobierno socialcomunista no lo derrocará un Ejército, ni una turba. Su propia inoperancia, su nihilismo flagrante, su vaciedad grosera, pasarán a la Historia como agentes del hundimiento de una España que, con todo, renacerá de sus cenizas. Y cabe esperar que pase pronto, pero, sólo una España unida, reivindicativa y luchadora, conseguirá superar estar crisis económica, sanitaria y social.