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Antes que político, soy marido y padre de tres hijos en edad escolar. Voy con frecuencia al colegio y me muevo en ambientes de familias jóvenes. Pese a todo, aún me sorprende ver por la calle a mujeres embarazadas o con bebés recién nacidos. Es ... algo excepcional, porque apenas se ven. Y es que año tras año el número de niños que nacen en Cantabria es menor y cada día nos convertimos en una sociedad más anciana.
Sé lo que supone sacar un niño adelante y las escasas oportunidades laborales en nuestra Comunidad, una de las líderes en desempleo juvenil en Europa, hacen difícil soñar con un futuro esperanzador. La desconfianza y el miedo a lo que se van a encontrar nuestros hijos es uno de los factores que limitan la natalidad. Pero no el único.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística reflejan que el 75% de las mujeres españolas desearían tener dos o más hijos. La realidad es que la tasa actual de natalidad está en 1,3. ¿Cómo se explica esa diferencia? El mismo INE nos da la respuesta, atribuyendo a razones económicas y de conciliación entre trabajo y familia los obstáculos para tener hijos.
Si queremos que nuestra sociedad progrese, que tenga razones para la esperanza y que luche por ellos, debemos apoyar a las madres cuando más lo necesitan. Frente a los retrógrados que solo muestran el aborto como única opción, es preciso facilitar ayudas en el periodo del embarazo y en los primeros años de los bebés. Es ahí donde nos jugamos el futuro de nuestra tierra.
La cuestión de la natalidad es algo relevante en nuestra sociedad. Es algo que preocupa a muchos ciudadanos, pero que no entra en la agenda elitista de una izquierda cada vez más alejada de la calle. Un fanatismo que les lleva a no querer mirar fuera de nuestras fronteras, donde también sufren el mismo problema, con la diferencia de que ellos sí lo abordan de frente.
Mientras el Gobierno de España se empeña en que un hombre pueda convertirse en mujer solo porque se autopercibe así, en otros países de Europa aportan medidas concretas para revertir el 'invierno' demográfico. Países como Francia o Suecia, por poner dos ejemplos, destinan un 3% del PIB a fomentar la natalidad. En España, menos del 1,5%. Y ahí se aprecia la diferencia en los resultados entre unos países y otros.
Una mujer es realmente libre cuando cuenta con los recursos para decidir hacer lo que realmente quiere, cuando la sociedad respalda su decisión de apostar por la natalidad. Cerrarle las puertas a las ayudas, no facilitar los medios para sacar adelante una familia solo limita su espacio de libertad en un momento crítico de su vida.
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