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Otro día... Otra semana, a las puertas de esos días que para muchos son singulares. Al menos para los nacidos en idéntico credo. Comunión de personas con una misma fe. Una creencia de vida que la mayor parte del tiempo está arrinconada, orillada, escondida, ... ignorada cuando no renegada. Fe, en suma, que mutamos a una realidad de andar por casa, que en ocasiones es boca grande aunque sea pequeña y seguro que de acción chica, minúscula ante mi espejo.
Y llegamos a esa semana y predican que la perderemos. «No habrá», proclaman. Y se detienen todavía más tiempos, corazones y mentes. ¿No habrá?
En el camino acumulamos tristezas infinitas de miles de personas que nos han dejado casi sin ruido. Un adiós lleno de dolor y hasta en ausencia sólo física de los propios. Es dolor en esta semana. Es sentimientos en esta semana. Es lamento y oración por el otro, el prójimo propio y ajeno, en esta semana.
En el camino descubres nombres propios de sanitarios, policías, agentes..., que también nos han dejado porque la enfermedad se los llevó mientras ayudaban a otros. Y es sacrificio en esta semana. Es entrega en esta semana. Es dar la vida por el otro, el prójimo ajeno, en esta semana.
En el camino sientes en la distancia las dulces palabras de aliento y las caricias de sanitarios que cuidan y miman a todos, mayores y menos mayores, en hospitales, en residencias, en casas... Es dedicación en esta semana. Es ejemplo en esta semana. Es dar tu latido al otro, al prójimo ajeno, en esta semana.
En el camino y confinados entre cuatro paredes, los padres reciben la ayuda de sus hijos, los hijos de los padres, las parejas comparten, los peques suman la dedicación de sus profesores... En tu encierro sientes la voz y el beso de la familia, distante sólo en los metros inmedibles. Y es tu sangre, tu familia, en esta semana. Y es ayuda en esta semana. Y es amistad hacia el otro, el prójimo ajeno, en esta semana.
En el camino escuchas tu silencio, la soledad obligada o quizá, que también, en fragmentos elegida. Tiempos para que tu interior fluya... Con fe cristiana o sin ella. Con tu credo o con otro. Afirmando lo que sientes y crees y respetando al incrédulo, aceptando su nada o su todo. Y lo haces en esta semana. En la especial, dices y dicen. Sabes.
Y quizá los que nos dijeron adiós, los que acarician, los que cuidan, los que se entregan, los que rezan, los que estudian, los que ríen, los que lloran, los que ayudan, los que aconsejan, los que besan desde lejos..., quizá nos dicen que eso es amor en esta semana. Amor por el otro, el prójimo ajeno, en esta semana...
Otros, prójimo... Y te preguntas... ¿Quién se sacrificó por todos? ¿Quién dio la vida por todos? ¿Quién sufrió por todos? ¿Quién ayudó a todos? ¿Quién acarició a todos? ¿Quién rezó por todos? ¿Quién me enseñó? ¿Quién amó a todos? A unos y a otros, al otro, al prójimo ajeno.
Y sonríes. Escribes otro día, otra semana. Y escucharás decir que se ha perdido la semana, esa que llamamos Semana Santa. ¡Seguro! Y sonríes... Y sabes que en Semana Santa siempre resucita
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