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Un ejercicio saludable consiste en intentar que nos interese menos quién gobierna y lo que dice que cómo gobierna y lo que hace. Otro hábito ... aconsejable, complementario del anterior, es el de leer los programas electorales, al menos los de aquellos partidos con posibilidades reales de llegar a la Moncloa o a Puertochico, guardarlos en un cajón y comprobar después el grado de cumplimiento de la palabra dada al votante. Como ejemplo del primer caso, podemos partir de una afirmación que parece irrefutable: el español Sánchez es un demócrata convencido y comprometido con las libertades y la separación de los poderes del Estado; el estadounidense Trump, cuyos sueños autócratas terminaron en las urnas, laminó derechos sociales, separó familias, dividió al país, trató de influir en la judicatura y convirtió a los medios informativos no afines en enemigos a los que combatir y anular.
Nada que ver. Pero cometemos el error de valorar de forma distinta los mismos comportamientos en función de la identidad del autor. La imagen idealizada de la Justicia, representada por una mujer con los ojos vendados, una balanza y una espada, transmite la idea de que deben juzgarse los hechos y no a las personas. Aunque Sánchez y Trump militan en las antípodas políticas, hallamos también lo que en las gacetillas se llamaban parecidos razonables. No es diferente en el fondo, aunque varíen las formas, el intento de nombrar directamente a los jueces y de limitar la información, los dos pilares que ponen freno a los excesos del poder. El acallamiento de la prensa se disfraza en España con el barniz de la lucha contra las noticias falsas, pero será el Gobierno quien decida lo que es verdad y lo que es mentira.
El segundo ejemplo exige examinar la gestión y no el populismo o la gracia. Si nos centramos en Cantabria como modelo de una larga permanencia en el cargo, lo único que debería importarnos es si estamos mejor o peor que antes de que Revilla accediera a la presidencia, si son más los éxitos que los fracasos y si hemos ganado o perdido peso respecto a otras autonomías. Es decir, revisión de cuentas a ver qué sale, no vayamos a descubrir que los mismos proyectos se plantean un año sí y otro también sin concretarlos nunca. En un artículo botafumeiro, el diputado socialista Pedro Casares justificó la limosna presupuestaria de Sánchez a Cantabria con pobres argumentos y la visión de un gran futuro. El papeluco que Revilla le entregó al ministro Ábalos es papel mojado, pero nos repiten las promesas que ya hicieron ayer.
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