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Prometeo era un titán que engañó a los dioses y robó el fuego con el fin de entregárselo a los hombres para que pudieran sobrevivir. Zeus le castigó a vivir encadenado a una roca. Prometeo me parece una imagen apropiada de la globalización. El ... mercantilismo (favorecer las exportaciones mientras se ponen barreras a las importaciones) había estancado el comercio internacional y amenazaba con convertir en seudoautarquías a todos los países que pudieran permitírselo; receta infalible para la exaltación del nacionalismo y la confrontación. Dada la traumática experiencia de dos guerras mundiales en un lapso de 30 años (1914-1944), la implantación de un mercado liberado de aranceles parecía la fórmula mágica que garantizaría la paz y la prosperidad. La globalización fue la mano que proporcionó el fuego para la supervivencia. Pero Zeus, disfrazado de Trump, ha hecho saber al resto del mundo que ha estado engañando al Olimpo (USA) y está dispuesto a encadenar la globalización. O sea, a emprender una guerra comercial que restablezca la primacía de USA.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China no es algo pasajero. Está aquí para quedarse. Es muy humano pensar que la antigua normalidad acabará por imponerse; pero, como en el caso de la actual pandemia, es más realista irse preparando para una 'nueva normalidad' en los mercados internacionales, donde la globalización habría sufrido tal metamorfosis que no la reconocerán ni sus propios padres. Aunque hemos experimentado la globalización en todo el mundo, esta se sostiene por la progresiva integración económica entre China y Estados Unidos que se produjo a partir de los acuerdos comerciales negociados por Nixon y Kissinger en 1972. Hasta ahora Estados Unidos ha sido el mayor cliente comercial de China, y China es el tercero de Estados Unidos sólo por detrás de sus vecinos Canadá y México. Si Estados Unidos y China se desacoplan, la reacción en cadena sería de tal magnitud que el terremoto cambiaría por completo el paisaje internacional. Mejor, pues, no confiar en que el potencial tamaño de la catástrofe hará entrar en razón a ambos gobiernos y que estos acaben recurriendo a la vieja fórmula de 'Pelillos a la mar'. La experiencia con el covid-19 es un buen aviso para navegantes.
A juzgar por los síntomas, se está produciendo un cambio fundamental en la evaluación de las relaciones USA-China. Si en el pasado ha predominado la lógica de los negocios sobre la rivalidad estratégica, ahora esta ecuación se ha invertido. En el caso del gobierno de Trump se afirma que la desconexión debe seguir adelante a cualquier precio. Trump es un locuaz bocazas, pero sus ministros no. Tampoco se puede confiar en que un gobierno de Biden daría la vuelta a esta tostada; lo haría de otra forma, pero en sustancia estaría igual de preocupado por la pérdida de hegemonía americana en el comercio internacional. Biden está haciendo campaña con el eslogan «compre americano». En el Congreso, donde no hay forma de llegar a un acuerdo, hay compromiso firme para endurecer las relaciones con China sin que les frene la segura consecuencia: el deterioro de los beneficios de las grandes corporaciones. ¡Lo nunca visto!
La guerra ha comenzado por el asunto del 5-G pero esto es sólo el aperitivo. El plato fuerte serán los bancos y las finanzas. Eventualmente también se verán afectadas las grandes empresas industriales y en general todas las multinacionales. Trump ha tenido éxito con las sanciones financieras a Irán, así que probablemente querrá aplicar la misma medicina a China. La banca americana ha hecho mucho negocio introduciendo empresas chinas en Wall Street, si el Gobierno americano pone ahora el freno el gobierno chino va a responder poniendo el freno a los bancos americanos que operan desde Hong Kong. A este respecto China está terminando con la autonomía de Hong Kong, algo inaudito en la China continental, y no parece andar muy lejos una abierta intervención en Taiwán, uno de los mercados americanos más socorridos en Asia tanto en importaciones como en exportaciones. Tampoco es baladí que China siga construyendo bases militares en el sur del mar de la China.
En resumen, que ambos países están inmersos en una espiral de mutuas represalias en las que no está claro quién será el más perjudicado. La economía americana es hoy por hoy más potente pero mucho más anárquica. China tiene una cultura de disciplina y regulación económica con planes de desarrollo bien definidos y sustanciados, incluido un presupuesto de financiación estatal orientado a cumplir sus objetivos a largo plazo.
Estos planes han puesto a China donde hoy se encuentra. ¿Podrá Estados Unidos ganar la guerra sin necesidad de planificar su economía? Cambio cultural que tampoco podría hacer aunque quisiera, dado el DNA del prototipo americano. Entretanto Europa parece estar a verlas venir. Pero con las actuales cadenas de suministro en riesgo de descomposición y los cambios de China y Estados Unidos en sus políticas arancelarias, sus negocios quieran o no van a verse seriamente afectados. Así que mejor será que también tomen cartas en el asunto.
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