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El 10 de septiembre se publicó en El Diario Montañés un artículo de opinión de Raúl Gómez Samperio relacionado con el cierre temporal o definitivo de los prostíbulos en Cantabria. Entendemos que el abordaje de la prostitución será siempre un terreno complejo, donde ... intersectan cuestiones legales, políticas, económicas, sociales e ideológicas. Sin embargo, el artículo en cuestión nos parece bochornoso en su tono, en los clichés que repite y en las afirmaciones interesadas y equivocadas que manifiesta.
El cierre definitivo de los prostíbulos es una medida ya implementada en otros países de nuestro entorno hace años, con éxito en lo que se refiere a la reducción de la prostitución y la trata de mujeres. La prostitución no es el oficio más antiguo del mundo, en todo caso, podríamos hablar de la violencia contra las mujeres más antigua del mundo. Las sociedades deciden en cada momento histórico, según sus principios y valores, lo que es admisible como trabajo y lo que no, y afortunadamente las sociedades evolucionan. Que la prostitución haya existido siempre es uno de los argumentos más endebles para defender su regulación. Hasta el siglo XIX, la esclavitud era moralmente aceptable, incluso algunos esclavos querían seguir siéndolo, pero se abolió y ahora entendemos que es inadmisible y contraria a la dignidad humana. ¿Qué tipo de sociedad queremos ahora? Debemos decidir si tolerar la esclavitud sexual o erradicarla. ¿En qué igualdad vamos a educar a unos niños que saben que podrán acceder a los cuerpos de sus compañeras a cambio de dinero?
Quizá uno de los desvaríos más insultantes del artículo sea que la prostitución ayuda a las personas incapaces de relacionarse sexualmente o con frustraciones conyugales. Este argumento debe ser coetáneo a la Inquisición que menciona. A cualquier lector se le ocurrirán numerosas vías para resolver estas cuestiones, que no conlleven una violación a cambio de dinero. En última instancia, ha de entenderse que el sexo con otra persona no es un derecho. La prostitución no está prohibida en España, pero tampoco es una empresa con trabajadoras y sindicatos, tal y como se afirma en el artículo. La prostitución en sí es alegal, quien quiera ejercerla libremente y de manera autónoma puede hacerlo, pero no toda actividad económica puede ser considerada un trabajo. La prostitución socava la subjetividad de las mujeres, destruye su libertad sexual, su salud física y psicológica, las deshumaniza y las convierte en mercancía. Una cosa es que con el cuerpo se haga un trabajo y otra muy distinta que el cuerpo sea el lugar de trabajo. Se pervierten conceptos como libertad, agencia, elección, empoderamiento... Cuando se habla del ejercicio de la prostitución por parte de mujeres en situaciones de gran precariedad, pero nunca se habla de su derecho a no ser prostituidas.
Un prostíbulo no es una empresa al uso. La prostitución ejercida allí por cuenta ajena es una forma de explotación sexual, y por tanto, no es alegal, sino ilegal. Esconder esta actividad tras otras licencias es un fraude. Pero además, tal «empresa» no podría funcionar sin nutrirse continuamente de la trata de mujeres vulnerables, fundamentalmente de otros países, de la que España tiene cifras insoportables. Sin aplicar sistemas de deuda, coacción, violencia y terror, la prostitución no podría mantenerse al ritmo que lo hace desde finales del siglo XX.
A día de hoy la industria del sexo, producto de los sistemas de dominación patriarcal, neoliberal y colonial, es un meganegocio global, junto con el tráfico de drogas y armas. La industria del sexo es un gigante, que mueve miles de millones. Este 'lobby' hincha la demanda artificialmente para seguir enriqueciéndose y se nutre de manera permanente de mujeres, de cualquier forma que sea necesaria. Deberíamos sospechar de los discursos simplistas en pro de los «derechos», que parten de la propia industria.
Los burdeles podrán ser muy divertidos para la película que menciona. Pero aseguramos que no tienen nada de gracioso para las mujeres que depreda el sistema prostitucional. Las que estamos a su lado no hacemos un «adornado brindis al sol». No dejaremos de luchar por un cierre temporal por motivos sanitarios. No paremos hasta que se garanticen los derechos humanos de todas las mujeres; hasta que haya leyes abolicionistas que brinden verdaderas alternativas para salir de la prostitución; hasta que la trata con fines de explotación sexual se combata de manera integral, atendiendo a todos los factores que la fomentan. Las mujeres que han conseguido sobrevivir a la prostitución están organizadas, tienen propuestas para acabar con lo que algunas llaman con motivo «campos de concentración». No podemos tolerar que los discursos de quienes sólo pretenden mantener sus privilegios masculinos y seguir consumiendo cuerpos impunemente las silencien.
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