El próximo otoño

La primera respuesta que vamos a encontrar es que no hay datos que permitan predecir la evolución futura de la enfermedad, ya que nos enfrentamos a un enemigo nuevo. En otras palabras, que, de momento, no se puede saber. Es la respuesta correcta, pero no puede ser la favorita de nadie, porque no aclara ninguna duda. Buceando entre las opiniones de los científicos nos encontramos con tres escenarios posibles: El optimista, representado por el Dr. Chuchalin; corriente a la que se han sumado otros médicos que han estado trabajando en primera línea frente al virus. Su pronóstico es que el virus va a desaparecer este verano y no volverá más, y basan su afirmación en la experiencia previa del SARS y el MERS, coronavirus ambos muy similares genéticamente al que nos ha mantenido encerrados en casa estos meses.

El pesimista, que se basa en las epidemias de gripe A, sobre todo en la gripe española de 1918. Hay que señalar que, aunque el virus de la gripe y el coronavirus comparten algunas características, principalmente los modos de transmisión, estamos hablando de diferentes familias de virus. En este escenario se prevén tres oleadas, siendo la más virulenta la segunda, la que vendría el próximo otoño.

Hay posturas intermedias, que pronostican nuevas oleadas pero de menor virulencia. Se basan en la menor mutabilidad del coronavirus frente al virus de la gripe, ya que los coronavirus tienen un sistema de corrección de errores en la transcripción, y también en el proceso de adaptación del coronavirus a nuestra especie, proceso que se ha dado en otras ocasiones. Siendo todas ellas opiniones de expertos en virología y epidemiología, hay que tomarlas como lo que son, hipótesis. Mis simpatías están con los defensores del escenario más optimista, pero siendo siempre consciente de que pueden estar equivocados. En esta situación, con todo lo que nos jugamos, nunca está de más pecar de prudentes.