Proyecto Pereda: Las piedras y el arco
«La calle, el espacio que pasa bajo el arco y que sigue, deberá transformarse a partir de esta actuación. Se cualificará aún más»
Moisés Castro Porto
Domingo, 4 de agosto 2019, 09:28
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Moisés Castro Porto
Domingo, 4 de agosto 2019, 09:28
«Marco Polo describe un puente, piedra por piedra.
–¿Pero cuál es la piedra que sostiene el puente? –pregunta Kublai Kan. ... –El puente no está sostenido por esta piedra o por aquélla –responde Marco–, sino por la línea del arco que ellas forman.
Kublai permanece silencioso, reflexionando. Después añade:
–¿Por qué me hablas de las piedras? Es sólo el arco lo que me importa.
Polo responde: –Sin piedras no hay arco».
Italo Calvino «Las ciudades invisibles» (1972)
Me ha tocado asistir como Decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria, COACan, a la presentación del Proyecto Pereda y Hernán Cortés del Banco Santander. Me convocaron al Palacete de Embarcadero y confieso que me emocionó la ocasión de conocer a un arquitecto al que admiro mucho.
David Chipperfield lleva construyendo de modo sistemático y constante edificios magníficos, dentro de una linea de actuación discreta, elegante y sobria que hace destacar aún más lo vibrante de estas actuaciones.
Me ha parecido siempre Chipperfield un arquitecto calvinista, no del protestante, sino del literario arriba citado. Veo su arquitectura como modelo de levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia, aquellas seis cualidades, condiciones o propuestas para el próximo milenio, ya este, en el que nos vemos náufragos de lineas sistemáticas y fiables, entre un marasmo de tendencias, modas, imágenes de instagram y 'renders' de un solo uso, intercambiables y ubicuos. Hecho de menos, y por eso admiro tanto, una obra constante y reconocible: amable, y quizás ahí está la cosa, tranquilizadora en tiempo de zozobra.
Lo mismo puedo decir de Cruz y Ortiz. Hace unos meses conocí a Antonio Cruz visitando el inmueble del Banco Mercantil, antiguo Banesto, futura sede operativa del Santander, y en esta otra ocasión a Antonio Ortiz. Aun por separado se complementan de modo admirable, hablan en una armonía tan completa, tan amable igualmente que debo reconocer también aquí mi constante admiración por su obra, que ha llenado España y Europa de edificios de los que constituyen lo mejor de este milenio nuevo. Cruz y Ortiz han proyectado su extensa obra «en el diálogo entre ambos», larga conversación que, en esta ocasión, permite regenerar un edificio historicista y socialmente muy apreciado en una oficina abierta al público y al futuro, un espacio experimental para el nuevo comercio inmaterial y continuo de datos y bits…
Han proyectado para ello un espacio de luz y verticales en el que seguramente pasaremos horas apreciando la luz cenital derramarse, derretirse casi sólida de planta en planta hasta el mismo sótano abierto por mano de estos magníficos artistas. La nueva gestión abierta, colaborativa, el banco como acompañante y proveedor de servicios, el flujo de datos que transporta nuestras transacciones cotidianas va a ir acompañado de un fuste sólido de luz rematado en una terraza urbana y volcada al paisaje nuevo de las viejas cubiertas. Un espacio de colaboración, socialización y estancia urbana.
Chipperfield ha tomado sin titubeos (que no sin reflexiones) un volumen sólido y bancario por su hueco, como un cirujano experto que disecciona en la juntura de la articulación, abriendo y materializando en esta caja fuerte de piedra un prisma complejo y vítreo que cristaliza por todas los huecos disponibles y permite hacer público, amable y accesible las plantas y las cubiertas, surgiendo por encima del bloque sobre el arco con una sala magnífica, abierta y orientada al paisaje icónico de la bahía.
Ambos edificios se acompañan y ambos proyectos faltan, ay dolor, de la conexión entre ellos. ¿Sería el mismo el efecto del Centro Botín sin haber influenciado su entorno?
Como ha sucedido alrededor, debajo, en medio de sus bloques y por encima de las cubiertas del Centro Botín, lleno de vida, movimiento y estancia ciudadana, el espacio entre, mientras, alrededor y encima de Pereda y de Hernán Cortes, la completa calle del Martillo, la conexión con la Plaza de Pombo, y con el Mercado del Este tienen que reconsiderarse.
La calle, el espacio que pasa bajo el arco, que sigue, Marcelino Sanz de Sautuola, la Plaza de la Morena (¿a qué años me he enterado de que se llama así, habiendo jugado en ella de crío?) y más allá hacia el Río de la Pila, deberá transformarse a partir de esta actuación. Se «urbanizará» y cualificará aún más.
Y hacia el frente, con los renovados, y nunca tan transitados Jardines de Pereda, con el mismo Centro Botín, con el Palacete, los embarcaderos y la bahía («de Cámara» en palabra de José Hierro), los muelles, el Club Marítimo, Puertochico y allí el futuro MUPAC y más allá el Palacio de Festivales.
El proyecto Pereda-Hernán Cortés no puede quedarse dentro de las fachadas. Por su propia naturaleza, cultural, social, generosa y cívica está llamado a alterar profundamente el espacio circundante.
El proyecto. Los proyectos. ¿Son uno?, ¿son dos?. Uno el Banco, una la ciudad, uno el futuro, o no solo uno, pero todo a la vez. Estos proyectos son en sí mismos hitos culturales y sociales.
Este proyecto, único, ambas actuaciones trabajando juntas y asociadas son un catalizador del desarrollo de la ciudad. Y un desafío: el espacio central de la ciudad debe asumir esta visión de conjunto, este compromiso con el futuro urbano, con la movilidad personal, la conexión con la ladera y las otras zonas de la ciudad, la estancia social, la relación ciudadana, la rehabilitación urbana y cívica.
Moisés Castroporto. Decano del Colegio de Arquitectos de Cantabria
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