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Constantemente estamos viendo cómo, dando igual para donde miremos, cuando el comercio reclama un proyecto transformador para él mismo, vemos poco más que pequeñas campañas o ayudas directas, justificadas éstas últimas en que el propio comercio es el que lo pide. Sin ir más lejos, ... creo que ha llegado el momento de que el verdadero cambio venga de la mano del propio comerciante; de hecho, vemos cómo muchas campañas comerciales son, día si y día también, lanzadas por sus asociaciones y bajo el auspicio de patrocinio público.
Pues he de aquí que surgieron los BID -por sus siglas en inglés de business improvement district- como medida dinamizadora del declive de nuestros barrios, ya que es el sistema que llevó de la degradación a la exuberancia a lugares como Times Square, la plaza por excelencia de Nueva York, lo que nada impide que pueda llegar a España si tiene éxito como en otros países europeos en los que se está convirtiendo en un verdadero proyecto transformador. Se trata de cambiar el modelo de gestión de un barrio o un distrito de una ciudad y encomendarlo a una nueva figura, el distrito de mejora empresarial, en el que se entrega al menos una parte de su gobernanza a manos privadas. Esa figura ha supuesto la creación de zonas de primera más limpias, con más seguridad y mejores servicios.
Casi medio siglo después de que se creara el primer BID en Toronto (Canadá), una veintena de países emplean ya esa figura. Asociaciones de comerciantes o empresarios asumen tareas que van desde el mantenimiento, la limpieza y la promoción del barrio hasta cuestiones mucho más polémicas como la seguridad. Todo depende de hasta dónde esté dispuesto a llegar el legislador y la entidad que se cree. La principal diferencia con las actuales asociaciones de comerciantes radica en que la pertenencia no es voluntaria: todos los comerciantes deben abonar una tasa que recauda el Ayuntamiento y que luego ingresa en las arcas del BID. La fórmula permite eliminar la figura del 'free rider', es decir, del comerciante que no paga las cuotas, pero que se beneficia de las mejoras que consiguen los asociados que sí las abonan.
La constitución de un BID no supone en ningún caso que la Administración deje de actuar en ese barrio. Sigue proporcionando los mismos servicios que antes de su creación, pero sí delega, o al menos comparte, competencias, lo cual supone una cierta privatización de la gestión y el gobierno del espacio público. Se está creando un gobierno privado, por lo que en muchos casos la Administración forma parte del consejo de la entidad.
Además, la autoridad municipal debe aprobar su creación, que requiere de dos condiciones: un plan de negocio y un referéndum entre los comerciantes. Cada país exige una mayoría más o menos cualificada en esa consulta para que el proyecto salga adelante.
Los profesionales del comercio llevan tiempo pidiendo la creación de esa figura legal en España y ya en su día el Consejo Superior de Cámaras realizó una propuesta al Ministerio de Economía. Históricamente, las asociaciones de comerciantes se han encargado de dinamizar los centros de las ciudades. Los BID permitirían afrontar esos gastos que el comerciante verdaderamente necesita y destinarlo a los fines que ellos mismos consideren prioritarios, pero controlado y bajo el escrutinio del propio Ayuntamiento o de las Cámaras de Comercio como entidades público-privadas que son.
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