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El suelo vuelve a moverse bajo los pies de Pedro Sánchez. Sus concesiones a los independentistas catalanes, una suerte de trueque de rebajas penales para el delito de sedición a cambio de apoyos en el Congreso, han revuelto el estómago al PSOE histórico. A ese ... que cree que la realidad aritmética de la Cámara no debe imponerse a los valores fundamentales del partido. Es cierto que el margen para hacer política es más estrecho que nunca, pero ni Felipe González ni un buen puñado de barones del PSOE -antiguos y presentes- están a favor de las concesiones a manos abiertas a los separatistas. Y eso es un problema más grave para Pedro Sánchez que las mociones de censura blandas de Vox, los desaires de su socio de Gobierno o el endurecimiento del discurso de Feijóo. Las palabras de García-Page sí le pueden quitar el sueño: «Es un momento difícil. Que nadie piense que esto pasa o que la gente es tonta y se olvida. No nos tomen por tontos. Es un momento grave para la política española. Soy muy contrario a la decisión del Gobierno».
Aquí, en Cantabria, el malestar dentro del partido es el mismo, pero se escenifica menos. A Pablo Zuloaga no le incomodan estas reformas penales, como él mismo ha reconocido, y no cree que vayan a tener un coste electoral. Un extremo que no comparten, incluso, en su propia Ejecutiva regional. Existe una preocupación real de un batacazo electoral el próximo mes de mayo, no solo por estas últimas decisiones de Sánchez, sino por no haber escapado de la alargada sombra de Revilla durante esta legislatura, un problema que ya sufrieron Dolores Gorostiaga y Eva Díaz Tezanos en su momento. Las encuestas prematuras anuncian un estancamiento del PSOE en sus seis escaños y 57.000 votos, pero el entorno del líder socialista espera un pinchazo, al menos en Santander y Torrelavega, donde los candidatos electorales no convencen a la dirección del partido.
Mientras tanto, el sector crítico del PSOE cántabro, el que fue desalojado de los despachos cuando llegó Zuloaga, está quieto. No quieren que se les acuse de generar una inestabilidad interna que desemboque en la pérdida de votos. Su mantra es que no les puedan culpar de nada de lo que venga. Por eso, no han levantado la voz por la polémica de la sedición. En caso de hacerlo, lo harán en el Comité Regional de hoy en Torrelavega. Y tampoco han hecho sangre con el secretario de Estrategia y Acción Política, Daniel Rivas, quien cuatriplicó la tasa de alcohol e intentó evitar un control de la Policía en Castro Urdiales. Piensan que su dimisión como jefe de gabinete de Zuloaga no es suficiente y que debe dejar de ser el número tres del partido, pero no está previsto ponerlo sobre la mesa. Al menos, de momento.
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